Jueves 19 de febrero de 2015
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La Organización de los Estados Americanos (OEA), el organismo internacional más antiguo del mundo, tuvo luces y sombras. Unas veces fue aplaudida por su eficacia en promover la cooperación y en la preservación de la paz, y otras criticada acerbamente; Fidel Castro, la llamó “ministerio de colonias de Estados Unidos” y Hugo Chávez y sus aliados propusieron su disolución y reemplazo por un organismo que excluya a Estados Unidos y Canadá.
El secretario general, José Miguel Insulza, que concluirá dos períodos en el cargo (2005 – 2010 y 2010 – 2015), no contribuyó a la unidad ni a la democracia en circunstancias en que, como afirma Diego Moya Ocampo, analista de IHS Global Insight, “Latinoamérica ha experimentado un marcado retroceso en términos de democracia, libertad de prensa, independencia del poder judicial y respeto a los derechos humanos”. Superar esta etapa deplorable hay que remarcarlo, no fue parte de las preocupaciones de Insulza; permitió, con su inacción, que se incumpla la Carta Democrática Interamericana, quedando sin sanciones las ostensibles violaciones de los derechos humanos y la desnaturalización de la democracia. Ahora, en las postrimerías de su mandato, procura quedar bien y, con tardanza culpable, exige la liberación del líder opositor venezolano Leopoldo López.