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Domingo 15 de febrero de 2015

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Cultural El Duende

Trakl, muerte y poesía

15 feb 2015

Ricardo Silva-Santiesteban

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En Grodek, ciudad de la Galicia oriental (Polonia), se libró una batalla en los comienzos de la primera guerra mundial a la que el poeta alemán Georg Trakl (1887-1914) asistía como miembro de los servicios de sanidad del ejército austriaco. Trakl se había graduado como farmacéutico a mediados de 1910. Luego de la retirada de la batalla de Grodek, Trakl tuvo que atender casi un centenar de heridos graves sin contar con los recursos necesarios. Apesadumbrado por el sufrimiento de los combatientes y a consecuencia de un frustrado intento de suicidio con pistola, que sus compañeros lograron impedir, se le trasladó al hospital militar de Cracovia desde donde escribió, a comienzos de octubre del mismo año, a su amigo Dudwig von Ficker: “Me encuentro aquí desde hace cinco días para observación de mi estado mental. Mi salud está un poco quebrantada y caigo, a menudo, en una tristeza indecible. Espero que estos días de abatimiento pasen pronto”.

En esas condiciones, el suceso de la batalla motivó la escritura de uno de sus poemas más característicos en que se condensan sus obsesiones, peculiaridades estilísticas y simbolismo. El texto, que ofrecemos en versión nuestra, es el siguiente:

Grodek

Al anochecer resuenan con mortíferas armas

los bosques otoñales y las áureas llanuras

y los lagos azules por donde

un son siniestro rueda; la noche envuelve

a los guerreros moribundos, el horrible lamento

de sus bocas destrozadas.

Pero silentes se congregan en la pradera

la roja nube donde habita un dios colérico,

la sangre derramada, el frío lunar;

todos los caminos desembocan en negra

podredumbre.

Bajo el áureo ramaje de la noche y las estrellas

deambula por la floresta silenciosa

la sombra de la hermana

para saludar las almas de los héroes,

sus sangrantes cabezas,

y quedo suenan entre los juncos las flautas

sombrías del otoño.

¡Oh, altiva congoja! ¡Oh, altares de bronce!,

hoy alimenta la ardiente llama del espíritu

un dolor infinito:

los nietos no nacidos.

Si las alusiones a la batalla son manifiestas, así como el sufrimiento y destrozo de los combatientes, hay algunos aspectos que no dejan de llamar la atención; las visiones que persiguen a Trakl a través de todos sus poemas han motivado el siguiente comentario de Martin Heidegger a propósito del poeta:

Todo gran poeta poetiza a partir de una única poesía. Su grandeza se mide por el grado de fidelidad a ella. La poesía del poeta queda inexpresada. Ninguna de sus poesías, ni siquiera la totalidad de ellas, lo dice todo. Y, sin embargo cada poema habla desde la plenitud de una única poesía, y es a esta a la que siempre expresa.

Si bien Heidegger exagera, en parte no deja de tener razón pues en los poemas de Trakl se reiteran sin solución de continuidad un buen número de vocablos como atardecer, noche, otoño, hermana, etc. Los colores se repiten de una manera obsesiva y tienen claras caracterizaciones simbólicas. Con relación a “Grodek”, mencionaremos solo tres elementos fundamentales que se advierten a lo largo de la obra de Trakl; la corrupción de la materia, la presencia de la hermana y los seres nos nacidos.

“Grodek” es un poema dedicado a la muerte y a la corrupción que sufre la naturaleza a consecuencia de los actos siniestros del hombre; las horas del anochecer (recordemos, sin embargo, que abend no tiene una traducción precisa en español pues también puede significar tarde o atardecer, dependiendo del contexto en que se encuentre) es la que conduce a la muerte: la noche envuelve / a los guerreros moribundos.

La hermosura de la naturaleza, representada en los primeros versos por bosques otoñales, llanuras esplendorosas y lagos azules, se corrompe y deteriora con las armas destructoras creadas por el hombre. La segunda parte del poema está presidida por el color rojo, un frecuente símbolo en Trakl de aquello que está en camino a la extinción, atribuido a la noche que esconde a un dios colérico y, de nuevo el rojo, a la sangre derramada de los combatientes. Toda esta simbología se precipita a un fin único pues: todos los caminos desembocan en negra podredumbre. Es decir, el poder corruptor de la muerte lo abrasa todo.

Pero, a partir del verso 11, vemos aparecer la figura de la hermana paseando por un paisaje que, virtualmente, ha cambiado, pues luego de la podredumbre de la muerte y de su perversión, el paseo de la hermana se realiza bajo un áureo prestigio; el color dorado es en Trakl la representación del esplendor; además, las estrellas, que poseen un resplandor plateado magnificado por su unión con el dorado, le otorgan a la presencia de la hermana un carácter sobrenatural, más aún cuando nos enteramos de su ausencia pues es solo su sombra la que muestra. Es sabido que fueron relaciones incestuosas las que unieron a Margarete y a su hermano Georg, y su imagen, a través de figuraciones simbólicas, aparece en buen número de los poemas de Trakl. En “Grodek”, la hermana surge como un ser que otorga purificación y calma, luego de tanto desastre, aunque la música que suena en su derredor sea sombría. El poema termina en un lamento, pues la llama del espíritu se ha alimentado de los seres que para Trakl simbolizan la pureza: los no nacidos pesa más, pues, la corrupción y la muerte a las que la imagen entrevista de la hermana no puede aplacar.

Este triunfo de la muerte terrestre, que obsedía a Trakl, es lo que parece haberle perseguido al componer “Grodek” y “Lamento”, sus últimos poemas. El 27 de octubre de 1914 escribía a von Ficker: “Te acompaño copia de los dos poemas que te había prometido. Desde tu visita al hospital estoy doblemente triste. Me siento ya casi más allá del mundo. Añadiría aún, concluyendo, que en caso de muerte es mi deseo y voluntad que mi querida hermana Grete reciba todo lo que poseo en dinero y objetos”.

No es extraño, pues, que la sobredosis de cocaína ingerido por Trakl, según el parte médico del hospital de Cracovia, y que produciría su muerte el 3 de noviembre de 1914, se haya atribuido a un nuevo intento de suicidio, de ser esto cierto, la visión de la corrupción, que persiguió a Trakl durante toda su vida, habría triunfado convertida en muerte, pero quizá, quizá con:

el oro final de estrellas que se extinguen.

Ricardo Silva-Santiesteban.

Lima, Perú, 1941.

Traductor, ensayista y poeta.

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