Así, con esos tres títulos, no por azar juntos, luce en estos días un gran cartel de temporada bufa, con actores agrupados en comparsas que se mueven, se agitan y disputan un valioso trofeo donado por el dios Momo. ¡Quién creyera, de ese modo singular tenemos la dicha de vivir felices en el fastuoso Estado Pluri-máscara de los Andes y sus alrededores!
Una crónica completa de sus actuaciones sería muy larga, como el discurso latoso de los candidatos populistas (otra comparsa participante en el corso). Por eso, y sólo a título de curiosidad, nos referiremos en esta nota a algunos de sus “usos y costumbres” que cada cual tiene en su repertorio existencial. Tal vez ni haga falta porque el espectáculo es público; hay que ser sordo y ciego para no advertir su alevosa presencia en el ámbito de la vida nacional.
La vetusta y descolorida bandera de la autonomía, que desde la época de los “piristas” (PIR de los años 40) agitan cada cierto tiempo los universitarios, ha sido últimamente remozada por las alcaldías en cuyas manos funge como botín de guerra; a lo que añadió el gobierno una “pelota de trapo” con un marbete encima que dice: Estatuto, y no se necesitan nada más para “vivir bien”, como manda la Carta de La Glorieta.
En paréntesis: según el exjefe de los “Satucos” (grupo de choque masista) para tenerlos distraídos a los opositores se lanzaba por delante una “pelota de trapo”, y mientras aquellos corrían tras de ella, el gobierno hacía algo importante sin que nadie lo estorbe. ¡Astuta idea! El dios Jano en persona no lo hubiera hecho mejor.
Volviendo al tema. Ninguna deja de llamarse a boca llena: “gobierno autónomo” de tal alcaldía, como si fuera cierto. Si aún viviera el escritor Julio Cortázar, sentiría envidia al ver que la densa e intrincada trama de su famosa novela Rayuela fue superada por el Plurinacional de los Andes debido al engorroso y complicado trámite que hay que seguir para convertir en realidad una ficción llamada Autonomía Municipal. ¿Alguna vez dio peras el olmo? Eso todavía sería más fácil.
Otra pelota de trapo, ya no del gobierno sino del Averno, lugar misterioso de donde proviene el alegre y festivo Baco y su colega de aventuras Momo, es el fandango carnavalero. Todos corren, bailando y cantando, tras de aquellos echando la casa por la ventana, como si se tratara de fondos públicos o de los depositados en las cuentas secretas del Banco HSBC de Ginebra, Suiza, en cuyos registros figurarían algunos nombres de la Bolivia cocalera y opulenta.
Las elecciones van viento en popa. Le hemos ido cobrando una afición deportiva a las elecciones. Nada es tan importante como ellas. La anterior todavía no se ha perdido cuando ya vemos aparecer otra en la próxima esquina. ¡Es fatal! Por su espíritu festivo, semejante al del carnaval, se suele motejar de “fiesta democrática”. Pero ya de hecho, por la temporada y los actores enmascarados que participan, tratando de conquistar a los incautos, pertenecen al jolgorio de marras. Dizque ahora serán diferentes, que ya están en condiciones de creer que la salud, la educación y los caminos; es decir, los servicios básicos, son realmente importantes, y sin necesidad de ninguna “cumbre” se abocarán a atenderlos, esta vez en serio. ¿Y nosotros les creemos? That’s the question, como diría algún bailarín gringo disfrazado de Lucifer.
(*) El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia
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