No cabe duda que en el país durante las últimas décadas ha habido avances importantes en los procesos de descentralización política y administrativa. Antes de la aplicación de la ley de participación popular, los municipios no podían desarrollarse adecuadamente porque no tenían los recursos económicos suficientes. También la ley de participación popular tuvo un ingrediente político muy importante promovido por el MNR.
En general los gobernantes del pasado no querían por ningún motivo perder una parte del poder, no tanto administrativo sino económico y el centralismo era brutal y subordinaba a las regiones a las decisiones del poder central.
Pasaron los tiempos y la descentralización administrativa se fue profundizando, y la descentralización política también avanzó ya que actualmente las autoridades locales gobernadores y alcaldes son elegidos por voto directo y democrático; del mismo modo que se elige asambleístas y concejales.
El nuevo pacto fiscal que se pretende poner en el tapete de discusión no es otra cosa que redistribuir los recursos.
Sin embargo que la ley de participación popular fue importante y beneficiosa para las diferentes regiones del país, tuvo también su parte negativa en el diezmo que percibían las mismas de las obras más importantes que hacen a su desarrollo, porque los partidos políticos, las agrupaciones ciudadanas y otras entidades saben que administrar aún así sea un municipio pequeño es la mejor manera de enriquecerse democráticamente (oficialistas y opositores utilizan la misma práctica en la actualidad).
Otro aspecto importantísimo que hay que considerar para tratar un nuevo pacto fiscal es la asimetría existente entre regiones y el proceso migratorio incontrolado que se ha producido en el país.
Hay diferentes visiones que cada una de las regiones plantearán en las negociaciones futuras. Unas de carácter eminentemente político, otras más francas y legítimas que tienen que ver con su desarrollo y algunas de diferente naturaleza; pero todas ellas apuntarán a menguar los recursos del gobierno central bajo el argumento odioso del centralismo y el actual proceso de generación de una hegemonía política.
Si analizamos la eficiencia, honestidad, transparencia, con la que tienen que actuar las gobernaciones y municipios, tendríamos muchas dudas sobre su idoneidad. Ya no es posible que estas instituciones subregionales esperen la chequera en blanco para que hagan lo que quieran con ella. Del mismo modo las universidades no se salvan de la crítica porque así como se están manejando en el marco de sus autonomías sólo se benefician los clanes de turno. Si esta apreciación es incorrecta, con solo mirar a nuestro alrededor podremos constatar que no hay un solo municipio productivo. Estoy seguro que la incorporación al debate político del famoso pacto fiscal tendrá consecuencias más negativas que positivas incluyendo el argumento de la descentralización en el marco de las autonomías regionales.
Todos los partidos políticos y las instituciones regionales querrán llevar agua a su molino (plata a sus arcas), pero no para desarrollarse económicamente y satisfacer las necesidades ciudadanas, por el contrario se crearán privilegios de los ya acostumbrados.
También reconozcamos que la administración central se lleva una buena parte del botín, pero carece de transparencia en la ejecución del gasto. Por lo tanto sería conveniente que las regiones se queden con lo que tienen actualmente y el gobierno central diseñe otras instituciones que tengan que ver con la disminución de la brecha de las desigualdades, asistan adecuadamente a las regiones postergadas, creen programas y planes para el desarrollo productivo y la creación de una institución que fiscalice y controle al gobierno central y a las regiones, etc.
Por ejemplo, se me ocurre que en el caso de Oruro, si no hay inversiones millonarias en prospección y exploración minera nuestro futuro es incierto, del mismo modo si descuidamos y no le otorgamos recursos importantes al ecoturismo regional igualmente estaremos postergados.
Con Oruro y Potosí, Bolivia tiene una deuda histórica y ha llegado el momento de pagar con creces la misma. Si se acaban nuestros recursos naturales minerales, nuestros camélidos, nuestra quinua y otros productos que producimos, estaremos expuestos a convertirnos de un manera general en contrabandistas, chuteros, ropavejeros, (…..cateros) y otras formas de vivir parasitariamente sin producir como debe ser nuestra vocación.
(*) Ing. Metalurgista - Ex-parlamentario
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