Con mucha desesperación, los presidentes de Alemania y Francia, Ángela Merkel y Francois Hollande, pretenden solucionar el problema en Ucrania por la vía diplomática al margen de las partes en conflicto, con Vladimir Putin al medio. Es una solución parcial, improbable en la relación de los hechos prácticos. Demasiada gente ha muerto para que las heridas se zanjen con actores que metieron sus manos en el conflicto y después se abstienen de las consecuencias lógicas de sus actitudes.
Los líderes occidentales pretenden que Rusia tenga un papel fundamental en el tema ucraniano, en realidad no es tan así. El “oso ruso” influye, pero solamente hasta cierto punto. Si adquiere una posición de concertación no podrá impedir que nacionalistas rusos, ni siquiera comunistas, ingresen a Ucrania para defender a sus hermanos étnicos, los cuales están azotados por hordas fascistas. En realidad, Rusia no puede cerrar sus fronteras de manera formal porque existe un compromiso histórico con un territorio que artificialmente se convirtió en un ente administrativo, más que político.
Ucrania nació a partir de una componenda de Stalin y sus esbirros. Nunca dejó de ser parte del Imperio ruso y si llegó a tener estructura nacional fue por razones puramente administrativas. El Estado comunista soviético necesitaba tener más orden en sus actividades para crecer en un sistema nuevo. Lo que fue una provincia rusa se constituyó en una república por disposiciones burocráticas. Pero no se puede entender lo que pasó en ese territorio sin un análisis riguroso de tipo histórico. Son dos territorios que fueron unificados por el poder comunista. Ucrania Oriental desde mucho tiempo estuvo incorporada a Rusia por razones económicas y étnicas. Ucrania Occidental fue colonia del Imperio Austro-Húngaro y siempre tuvo afanes pro-capitalistas. Inclusive conformaron, sus habitantes, un ejército pro-fascista en 1941 que exterminó a millones de personas en los campos de liquidación sistemática de judíos, polacos y comunistas en muchos lugares de Polonia y Ucrania.
Para una solución factible se tendría que desmantelar un aparato poderoso que existe en Ucrania Occidental, especialmente en Lvov. Particularmente, se propondría, ingenuamente, el despliegue de cascos azules en el este de Ucrania, y se abriría la puerta a reconocer a los rebeldes algunos de los territorios ganados durante su última ofensiva. A cambio, los separatistas deberían cesar su ataque, lo que significaría dejar inconclusa la operación militar en la estratégica zona de Diebáltsevo, donde miles de soldados ucranianos se encuentran prácticamente rodeados por los prorrusos. No es factible tal propósito. Los rusos de Ucrania Oriental ya no tienen vida normal, sus hogares han sido destruidos y los miles de voluntarios rusos forjados en incontables días de lucha feroz no aceptarán otra solución que la construcción de dos estados ucranianos como perspectiva mínima. La otra es la incorporación del Este y Sur de Ucrania a Rusia.
Los rusos combatientes en Ucrania Oriental no son mercenarios, simplemente patriotas identificados con sus coterráneos. Es insulso entender que arriesgan sus vidas por dinero, no lo reciben, quizás alguna ayuda, pero parcial del gobierno de Putin. Pero el líder ruso no podría arriesgarse a una componenda con Francia y Alemania porque no controla todas las fuerzas en conflicto. Se han desatado “demonios” que solamente se calmarán con sangre por más que esta interpretación sea horrenda. Los analistas occidentales no lo entienden a pesar de las lecciones de la historia. Rusia ha pasado por profundas transformaciones a partir de la influencia vikinga y tártara. Ha sufrido dos invasiones terribles en 1812 con Napoleón y 1941 con Hitler y ha sabido recuperarse. No se puede despreciar su capacidad de resistencia. Sería ingenuo y hasta tonto.
Finalmente, la solución solamente puede ser militar, aunque no lo crean los que causan conflictos y no saben cómo salir de ellos. El autor de este artículo no quisiera un desenlace fatal, pero debe ser frío en sus razonamientos. Solamente la división de Ucrania será la solución en sus dos variantes: un Estado independiente oriental o su incorporación a Rusia. Lo contrario será la prolongación del conflicto hasta que los fascistas sean exterminados. Y la Unión Europea podría sufrir un descalabro mayor, independientemente de Estados Unidos que no sabe cómo controlar a sus hordas yihadistas en gran parte de África y Asia. Lo que deben entender es que Putin tiene un límite y la voluntad del pueblo ruso lo rebasa.
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