“Un investigador de la historia, debe exponer en sus libros toda la verdad y los hallazgos de importancia que encuentra sobre el tema de su estudio… sin recurrir al silencio, callar o maquillar verdades, por evitar una impresión desfavorable o presentarlo con velos encubridores…”.
• Por: Juan Manuel Fajardo
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BOLESLAO LEWIN, historiador nacido en Lodz Polonia en 1.908, de origen judío, es autor del libro “TUPAC AMARU, EL REBELDE”, cuya primera edición se hizo por Editorial Claridad, Buenos Aires República Argentina el año 1943. Esta obra de múltiples ediciones, ha sido traducida al japonés, al alemán, al ruso y al chino; es el trabajo de investigación más completo sobre el caudillo cuzqueño, el más extenso y con amplia base documental. Boleslao Lewin a saber salió de Polonia el año 1930 y se afincó en Buenos Aires, su familia fue exterminada durante la ocupación nazi, lo que alguna vez le llevó a declarar que esta barbarie, “le había hecho perder su identidad”. Estuvo en Bolivia en los años 40 revisando documentos sobre la rebelión en el Alto Perú, en el Archivo Nacional de Sucre y visitó los pueblos de Pocoata y Macha. Lewin falleció el año 1988 dejando una extensa obra, algunos títulos de sus libros que siguieron a Tupac Amaru son: “La inquisición en hispanoamérica”, “Rousseau en la independencia americana”, “Mariano Moreno”.
En “Tupac Amaru, el rebelde” su obra más difundida, Boleslao Lewin, aborda brevemente en el capítulo XXII “LA SUBLEVACION TUPACAMARISTA CRIOLLA DE ORURO”. Como historiador y sociólogo interpreta el proceso imparcialmente, sin interés político alguno, desde un punto de vista nada abstracto, y en un ejercicio intelectual establece, que las ideas independentistas que dominaban el escenario orureño en el campo económico, social y político en 1781 no nacieron por generación espontánea, ni fueron creadas por el ingenio de nadie; estudios posteriores han probado que existieron objetivamente, como manifestación secular de un proceso que arranca en plena colonia con el Manifiesto de Vélez de Córdova en 1730, y recorrieron un largo tramo hasta plasmarse en la sublevación de 1781. Ideas que sirvieron para ordenar y canalizar conscientemente la acción positiva del pueblo de Oruro en aquel momento histórico. De la documentación existente, por él conocida, interpreta los sucesos del 10 de Febrero de 1781, no como un fenómeno aislado, sino como un eslabón de una cadena sin fin de muchos acontecimientos y trata de comprenderlos en su integridad, también hechos tan particulares como las acciones de Jacinto Rodríguez y de Sebastián Pagador, que han creado la historia de nuestro campanario, y que pasando los años se expresan en un proceso continuo de integración y afirmación de la personalidad nacional con valor o significado imperecedero.
Para Boleslao Lewin, cada etapa insurreccional actúa como supuesto de la siguiente. No niega la participación positiva de los criollos, mestizos e indios y quizá alguno que otro chapetón, que configuran la experiencia del 10 de Febrero de 1781, sus razones así como sus sinrazones, y que como hijos de esta tierra, soportaron las consecuencias de su propio ser, superando la cronología superficial de los hechos históricos. No se empeña en encasillarlos en un compartimiento prefabricado, introduce al contrario, conciencia en la totalidad del proceso histórico; desde este punto de vista, su contribución reviste particular trascendencia al señalar que los Rodríguez, Jacinto y Juan de Dios, Pagador, Menacho, Herrera y otros removieron las aguas estancadas en aquel siglo del coloniaje español, con innegable sentido popular, soliviantando a las masas, y que no pudieron o no supieron romper las cadenas que nos ataban y atacar la causa profunda del estado de postración económica de la Real Villa, la que después de un breve período vio descender día a día los efectos de la revolución hasta volver las cosas a su cauce como estaban antes de la misma. Lewin no renuncia en su obra al análisis del pensamiento esclarecedor que precedió el difícil camino conducente tanto a levantamiento de 1780 y al de 1781. En “Tupac Amaru el Rebelde” abarca un examen panorámico del pensamiento del caudillo de Tinta, y su doctrina política que se extendió por todo el Virreynato de la Plata.
Febrero de 1781 significa para Boleslao Lewin un movimiento social de connotaciones históricas ¿Cómo se produjo?, ¿Carecía de bases materiales? ¿Era continuidad histórica, o acontecimiento efímero, o pasajero? ¿Respondía a necesidades históricas objetivas o era un acuerdo circunstancial? o ¿un simple pacto entre criollos, mestizos e indios?
Escribe Lewin: “Las causas de uno de los acontecimientos sin par en la historia de la sublevación de Tupac Amaru, el alzamiento criollo de Oruro llevado a cabo en unión con los indios son múltiples”. El estado de efervescencia revolucionaria fue creado por la exclusión de los hermanos Rodríguez del Cabildo, la ruina económica de la región, el monopolio del Comercio de Indias que había otorgado a los españoles europeos la facilidad del comercio de minerales, la usura como patrón de medida y la rebelión de Tupac Amaru.
Boleslao Lewin, se asomó a los hechos del 10 de Febrero de 1781 cuando Dn. Adolfo Mier y León ya había publicado en 1906 el Tomo I y en 1913 el Tomo II de “Noticia y proceso de la muy noble y leal Villa de San Felipe de Austria de Oruro”, y Dn. Marcos Beltrán Avila su novela histórica “El 10 de Febrero”, y sus “Capítulos de la Historia colonial de Oruro”, aparecidos en 1906 y en 1925 respectivamente. Relata hechos ya difundidos por los nombrados Mier y Beltrán Avila, sin embargo, también contempla como un hecho histórico y reflexiona sobre la actitud del Justicia Mayor Dn. Jacinto Rodriguez, y refiere, basado en Pedro de Angelis, que “en la rebelión de Oruro tomaron parte, una de las pocas veces en la historia, las tres capas de la población nativa: los vecinos criollos, la plebe mestiza y los indios”, que “la presencia de millares de indígenas incomodaba seriamente a los vecinos”; que “surgieron varios incidentes sangrientos en los cuales los indios dieron prueba de algo insospechado: de la conciencia del valor propio”, que “los criollos (los vecinos) atemorizados por la gran cantidad de indios en la Villa, que cada vez se mostraban más “insolentes”, resolvieron expulsarlos”. Para ello, precisamente, el Justicia Mayor llamó a los Oficiales Reales que se mantenían ocultos, “cometiendo la primera traición contra el nuevo orden en que los empleados reales y los españoles europeos no tenían cabida”. “Derrotados los indios, el 19 de marzo, e indultados los chapetones, la Villa no obstante seguía siendo gobernada por el Justicia Mayor elegido por la multitud rebelada en nombre de Tupac Amaru, el 10 de Febrero, pero sin el control de ella”. “Después de firmada la paz entre los indígenas y realistas, la autoridad real restablecida nuevamente en todos los ámbitos del Perú y del Plata, comenzó a arreglar cuenta con los vecinos orureños”.
En 1920 se suscitó una polémica entre Dn. Adolfo Mier y León y Dn. Marcos Beltrán Avila, en sendos artículos publicados por el periódico LA PATRIA. Dn. Marcos Beltrán Avila sostenía que el cabecilla y principal líder de la rebelión de 1781 fue Dn. Jacinto Rodríguez, refutando lo escrito por Dn. Adolfo Mier y León, para quién Pagador fue el héroe del 10 de Febrero de 1781, sin mencionar para nada el hecho aquel, señalado por Lewin, la flaqueza moral de Jacinto Rodríguez en el dramático momento en que se decide expulsar a los indios de la Villa con el concurso de los españoles europeos; actitud comprensible dentro el marco de los acontecimientos que fueran tan excelentemente novelados por Vicente Gonzales Aramayo Zuleta en su obra “La llave de piedra”. Así, Dn. Jacinto Rodriguez de Herrera, al fin y al cabo era un mortal más entre los mortales; sin embargo el respeto a su memoria exigía de los polemistas un grado de claridad, para atribuir a uno u otro, Rodríguez o Pagador, el liderazgo épico del levantamiento y al hacerlo, considerar todos los actos inherentes a su condición humana. Los próceres orureños de 1781 no vivieron para una época determinada, sino para la humanidad de todos los tiempos, menester era y es juzgar a cada uno en su papel histórico, al servicio total de la causa revolucionaria. De nada ha servido, como “verdad histórica”, otorgarle a Jacinto Rodríguez en desmedro de Pagador, el liderazgo de la rebelión, porque igual todos ellos pagaron con sus vidas. Hoy cuando se hallan relajados tantos vínculos éticos, la grandiosa existencia de los protomártires de 1730 y los de 1781, resuena con voz propia en el mundo ambiente, no para fines ególatras, porque su entrega socialmente fue para el bien de todos.
La arenga de Pagador dicha el 10 de Febrero de 1781, constituye un hecho histórico y un acto jurídico. Un hecho histórico porque es una declaración de independencia y para los orureños un glorioso episodio nacional, tan glorioso como el manifiesto de Juan Vélez de Córdova de 1739, declaración que entraña un anhelo, así lo ratificará la historia en 1825 al sellarse el destino del Alto Perú en el Acta de la Independencia. Un gesto cívico de enorme trascendencia moral con resonancia espiritual que aún nos mueve y conmueve. Es también, un acto jurídico asumido por emancipación, respaldado por las armas en guerra, por medio del cual se declara que es voluntad unánime del pueblo de Oruro, romper los vínculos con el Rey de España recuperando los derechos de los que fueron despojados los naturales, mencionando el basta a las crueldades que es el motivo que impulsa a su expedición. Puede ser también considerada como un embrión de constitucionalización de los derechos de libertad e independencia. El 10 de Febrero de 1781 cerró un capítulo histórico en la emancipación de los pueblos de América, con sus luces y sus sombras.
2) M. Beltrán Ávila: “Jacinto Rodríguez y Sebastián Pagador”. Ed. Universo 1944.
3) A. Toynbee: “Estudio de la Historia” (Compendio) Emece. Bs. As. 1959.
4) Vicente G. Aramayo Z.: “La llave de piedra”. Oruro 2005.
5) Cárdenas Medina Javier T.: “Biografía de J. Vélez de Córdova”. Rev. IV Cent. La Patria 2006.
Fuente: LA PATRIA
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