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Domingo 01 de febrero de 2015

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Cultural El Duende

Acerca del asesino de Lincoln

01 feb 2015

Vicente González-Aramayo

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El temible conjurado John Willkes Booth entró en la historia por la puerta del crimen: por el magnicidio del presidente Abraham Lincoln. Conocemos que así fue, pero…

Existe gente que cree y escépticos frente al maremágnum de fenómenos que giran en estos tiempos envolviendo nuestra imaginación ávida de ellos. Mientras más novedosos, resultan más interesantes. Para algunos existe un hilo muy débil de contacto entre lo psicológico y lo parapsicológico. Existen personas que adoran íconos, y los hay también iconoclastas. Existen sin embargo instituciones de parapsicología, que a despecho y con altivez, practican lo que denominan regresiones. Llama la atención fenómenos de ese tipo, tanto como para ponerlos en letra de molde. El caso que traigo a colación, resulta muy intrigante por las investigaciones ulteriores que permitirá endulzar por un momento nuestra imaginación… Créanlo o no. Esto lo veremos más adelante. Pero antes, recordemos un poco la historia sobre Abraham Lincoln.

La pugna abierta entre los poderosos sureños esclavistas y los del norte, generó una tensión explosiva. Lincoln había determinado la abolición del esclavismo negro en el sur y la elección de este hombre histórico a la presidencia de los EE.UU. en 1860 por los abolicionistas, fue el detonante para la guerra civil, esta terrible guerra que fue entre hermanos… pero había que definir la suerte de miles de esclavos. Finalizada esta sangrienta contienda con la rendición de los confederados y el general Lee, hubo de verse los pavorosos resultados: un costo elevadísimo de sangre: 600 mil muertos. Reelecto en 1864, Lincoln dio comienzo a su gobierno en una atmósfera de aparente calma. La guerra había dejado una secuela amarga en la gente. Imperaba el caos en medio del dolor moral porque aún parecían arder los rescoldos y remanentes de aquella cruenta lucha. Diariamente morían los heridos del cuerpo; otros quedaban inválidos, y peor, los mutilados y los heridos del alma que no sanarían nunca. En tales circunstancias se había gestado una conspiración contra el gobierno, para ello debía asesinase al presidente Lincoln y a Seward, el secretario de Estado. Se calculaba que la conspiración tendría consecuencias inimaginables. Difícil era creer que sólo fuera armada por nostálgicos sureños.

En efecto, fueron comisionados para el magnicidio cuatro sujetos: Paine, un gigantesco bruto y débil mental, Adzerodt y Herold, dos desaliñados de sórdido aspecto y, John Wilkes Booth, hombre pulcro y elegante de quien ulteriormente se supo que era poseedor de una inteligencia privilegiada además de ser un buen actor de teatro. Paine debía asesinar al Secretario de Estado; los otros respaldar el “trabajo”, y, Wilkes Booth se encargaría de liquidar a Lincoln.

Se hospedó esta gavilla de criminales en la casa de la señora Surrat, una buena mujer que, además de camas, les ofrecía alimento diario. Naturalmente no se percibió visible conexión entre ellos, pero Booth y Paine debían cumplir su propósito casi al mismo tiempo. Booth había estudiado los pasos del Presidente en forma metódica, y fijó la noche en que en el Teatro Ford de Washington, una compañía ponía en escena una comedia titulada “Mi primo de América”. Había un pasaje en que la gente estallaría de risa, ocasión propicia para hacer el disparo sin que sea advertido.

Llegado el día, el brutal Paine, abriéndose paso, puñal en mano subió la escalera de la casa de Seward y comenzó a dar de cuchilladas al cuerpo que descansaba en la cama. La familia y la servidumbre gritaban, pero las cuchilladas no hicieron ningún efecto, rebotaban del cuerpo pues el secretario se hallaba metido en un chaleco de yeso. Convalecía porque días atrás había caído del caballo, se rompió un hueso y tuvo que ser tratado con yeso que se endureció fuertemente. El criminal tuvo que huir y lo hizo matando a dos criados. En cuanto a Wilkes Booth, ingresó al teatro, al palco del presidente y, precisamente cuando la gente se desternillaba de risa, disparó a la nuca de Lincoln, quien exánime dejó caer su mentón sobre el pecho. Su edecán, el capitán Rathbone, que se hallaba allí mismo, advirtió el fogonazo y saltó sobre el asesino, quien haciéndose soltar saltó al escenario. Al caer se rompió un pie y tuvo que salir cojeando pero blandiendo el arma asesina.(1) Tomó un caballo y huyó desesperadamente. Para nadie estaba previsto que se rompiera el pie, de modo que la cabalgata debió ser de atroz tormento. Las tropas federales le persiguieron y, dándole alcance en la granja de un tal señor Garret, le dieron muerte.

Hasta ahí se escribió la historia de la vida, pasión y muerte de Booth. Los historiadores Balsiger y Sellier se refieren a nuevas revelaciones sobre este crimen. Sostienen que armaron el complot personajes importantes de los órganos de poder, entre ellos Stanton, el secretario de guerra(2). Theodore Roscoe da otros datos más: el propio hijo de Lincoln, James Todd Lincoln, tuvo en su poder el diario de Booth y arrancó dieciocho hojas, precisamente de los días en que aconteció el asesinato(3).

Otra cosa curiosa. No permitieron ver el cadáver de Booth, y no se permitió tampoco hacerle autopsia(4).

Fueron a la horca Adzeroth, Herold Paine y la señora Surrat. El caso de la mujer es muy extraño, ella sólo alojó a los conjurados, y en efecto se comprobó que era inocente, sin embargo el tribunal la mandó ejecutar. Esta acción se presenta muy obvia: taparle la boca. Luego se comprobó que su hermano era uno de los conjurados, pero no fue nunca a proceso y ni siquiera fue buscado(5).

Hasta ahí es la historia oficial. Ahora veremos el trabajo de un equipo de parapsicólogos.

Probablemente causa controversias la difusión y la actividad de estos grupos porque colisiona con el temperamento científico de los psicólogos. Estos se sostienen en los cánones de la filosofía cartesiana, los parapsicólogos afirman que no se hallan en medio de una aporía, y que el trabajo es una actividad prosaica, como creen los escépticos. Sostienen que los fenómenos paranormales, si no parecen ciencia es porque no se ponen aún los parámetros en una pizarra, como una ecuación cartesiana, debido a que no se aplica aún la metodología pertinente. Consiguientemente, dicen: “… nos sentimos sólo tranquilos, y no podemos refugiarnos en una ataraxia…”

Veamos ese trabajo acerca de Lincoln, por el grupo parapsicológico. Ya anticipé: creamos o no, vamos al caso:

El grupo de parapsicólogos encontró un día en una universidad a un joven de unos veinte años, algo retraído y timorato. Decidieron probar con él una regresión mediante el hipnotismo. El joven, sumido en sueño, refirió sorprendentemente que era John Wilkes Booth, el asesino del presidente Lincoln. Respondía a todas las preguntas que le hacían. Que efectivamente el complot salió del propio gabinete del presidente. Estaban implicados altos personajes, entre ellos Stanton, Secretario de Guerra –era el jefe– quien se hallaba bajo la influencia de los “Caballeros del Círculo Dorado” cuyo propósito era reponer el imperio sureño, declarando la no aceptación de la abolición de la esclavitud.

Ese poder geográficamente debía abarcar un gran círculo, desde los estados sureños hasta Cuba y parte de las Antillas. Para cumplir sus alevosos propósitos, debía eliminarse al presidente Lincoln. Para cubrir los hechos del asesinato, la noche del atentado eligieron un sosia, que debía ir por un camino y él por otro; sabía que le pagaron 100 mil dólares por hacer el papel de doble, con la advertencia que debía correr por su vida si las cosas nos salían bien, pues los federales lo matarían ya que ignoraban que fuera el verdadero Wilkes Booth. Aquella noche no estaba previsto que se fracturaría un pie, de modo que al sosia se lo rompieron también de un balazo. Ambos jinetes tuvieron que cabalgar. Lamentablemente para el doble, este fue cercado en la granja de Garret y allí lo cosieron a balazos, mientras el verdadero Wilkes Booth salía hacia la costa para embarcarse a Inglaterra. Cuando llevaron el cadáver del doble a Washington, no lo enseñaron a nadie, pero un soldado comentó que le extrañaba que el cadáver del guapo actor se hubiera transformado en un avocastro de cabello y barba rojizos que no tenía Wilkes Booth. Además, sostuvo el declarante que él huyó protegido por los complotados, y no debía extrañarse del porqué a él no lo suprimieran también, y fue seguramente porque se hallaba ligado al propio Círculo Dorado. Trabajó en Londres por veinte años más, con el nombre de John Sullivan. “Morí –dijo concretamente– cuando viajaba a Francia, pasé en un barco al continente, y estando cerca de Calais una tormenta espantó a los caballos de la diligencia en que viajaba. Estos animales se desprendieron y caí al abismo conjuntamente la carroza. Me enterraron en un viejo cementerio en Calaís. Mi sepulcro aún sigue estando ahí”…

Completamente sorprendidos los del equipo, costearon un viaje al lugar y, en efecto, allí encontraron la tumba, semiderruida, y una placa con su nombre legítimo: “John Wilkes Booth”.

Actualmente presumen que no fue John Wilkes Booth a quien acribillaron a balazos en la granja de Garret, cien años atrás, al menos eso divulga un canal de televisión, y abundan en datos mostrando lo que creen haber descubierto: retratos de Wilkes Booth, a los que ellos mismos ponen en tela de juicio. Son, en efecto retratos parecidos al actor y asesino de la persona retratada que vivió con otros nombres como John Saint Hellen y John B. Wilkes. Muestran varios retratos parecidos al actor y en diferentes lugares. En suma, tratan de comprobar que quien murió en la granja de Garret no fue John Wilkes Booth (6).

(1) Balsiger, David & Sellier, Charles:

(2) The Lincoln Conspiracy.

(3) Roscoe, Theodore: The Webb Conspiracy.

(4) Englewood Cliffs, l959.Ib.

(5) Ib. Balsiger, David & Sellier, Charles,op.cit.Ib.

(6) Televisión

* Vicente González-Aramayo Zuleta. Oruro, Escritor, investigador y cineasta.

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