Sábado 31 de enero de 2015
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No es novedad saber de la existencia de un comercio informal, alimentado por el contrabando que funciona como parte de la economía subterránea, esa que evade impuestos principalmente y llena de mercadería variada los puestos de ferias y galerías en las que se vende al menudeo, pero con movimiento de grandes cantidades de productos introducidos ilegalmente.
Lo que llama la atención y es preocupante en el país es el crecimiento de un sector que se alinea en el rubro de las microempresas, que por datos no formales sumarían más de un millón y se distribuyen en casi todos los departamentos, mayormente en los del eje central, pero con fuerte incidencia en distritos como Oruro y Potosí.
Por lo general se trata de empresas “unipersonales” en su conformación natural y por lo mismo no pagan impuestos y si lo hacen su aporte corresponde al pago de “sitio” ubicado casi siempre en alguna acera de las ciudades.
Sin embargo tales microempresas que tienen una dirección personal, en muchos casos tienen operarios, miembros de una misma familia o personas muy allegadas a la misma, por tanto si bien tienen trabajo y salario no obligan a cargas sociales que son elementos que conspiran contra una posible legalización de su funcionamiento.
Fuente: LA PATRIA
