El gobierno del Presidente Morales ingresó a su tercer mandato con el acúmulo de buenas dosis de experiencias recogidas durante nueve años. Su mensaje a la nación implica que, tanto él como quienes lo colaboren, y muy especialmente su partido político, tendrán conciencia de que las circunstancias obligan a conductas muy honestas y hasta excesivamente responsables porque el país ya no está para simples experimentos o, peor, la inclusión de políticas foráneas que, además, han dejado de tener vigencia y que hasta ahora, si subsisten en algún lugar del planeta, es para defender posiciones dictatoriales y que nada o muy poco tienen que ver con los derechos de los pueblos.
En los conceptos de honestidad y responsabilidad están, forzosamente, las condiciones de energía y disciplina; en otras palabras, que en las conductas y los procedimientos tiene que haber energía para rechazar el mal y desterrar los indebidos comportamientos o todo lo que afecte al bien común; energía para desterrar odios y revanchismos, venganzas y procedimientos que buscan reivindicaciones que impongan sentimientos y condiciones de vida ajenos a lo que el bien común necesita.
Para consumar este principio de energía será preciso que haya disciplina, que el desorden y la anarquía se destierren y sean reemplazados con el orden, la honestidad, la caridad y la responsabilidad en todos los actos. Disciplina incluye, por supuesto, el comportamiento personal de todos los que conformen el gobierno para encarar eficiente, eficaz y conscientemente las labores que corresponda a cada uno. Disciplina también para comprender que todos los habitantes del país somos bolivianos y que tenemos derechos y deberes sobre los destinos nacionales.
Es importante que en el Gobierno haya la energía y la disciplina necesarias para renunciar a las políticas del “dejar hacer y dejar pasar” que tanto daño han causado al país en todos los gobiernos; políticas que en sus consecuencias, han implicado nomeimportismos, libertinaje, corrupción y contrabando. El “dejar hacer” es asumir la condición de ser partidario o propugnador de la ineficiencia, la inmoralidad y el no dar importancia alguna al bien común que es el pueblo y sus intereses.
Si el Gobierno está imbuido de la suficiente energía y disciplina para actuar honesta y responsablemente, con seguridad que todo el país actuará al unísono de él; de otro modo, la anarquía será parte indivisible de quienes gobiernen y de los gobernados.El mensaje de inicio de una nueva gestión muestra que hay vocación por el cambio en la administración del país, cambios que permitirían se haga una buena gestión, corrigiendo yerros pasados y perfeccionando aquello que merezca cumplirse como algo positivo para la marcha de la nación.
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