Cuando hice la pregunta, alguien me respondió: “Suena árabe”. Hay una mayoría global que no lo conoce, ya les explicaré de quién se trata, lo que quiero es poner su nombre en un marco.
El año 1744, un emir local de nombre Mohammed Ibn al Saud, líder un clan menor de lo que hoy conocemos como Arabia Saudita, se reunió con Mohammed Ibn al Wahhab, un islamita puritano que, con el lenguaje de hoy, se lo podría calificar de fundamentalista sin ambages. De esa reunión emergió una alianza entre la dinastía Al Saud y el wahabismo que, desde 1800 domina el territorio donde se creó una primera entidad política, el emirato de Diriyah alrededor de Riad, con el tiempo se expandió por toda la península arábiga como Arabia Saudita. Son poseedores y dueños de petróleo.
Ha habido dos intentos de “modernización”. A mediados del siglo XX se propusieron modernizar la justicia que originó el asalto a la Gran Mezquita de la Meca (1979) perpetrado por extremistas religiosos que exigían el derrocamiento de la monarquía saudita por “traicionar los valores wahabitas”. El otro intento de “acercamiento a la cultura occidental” fue permitir a los EE.UU. estacionar una base militar, que también provocó revueltas.
El petróleo de Arabia Saudita es la clave de su alianza con EE.UU., que ha tenido sus altibajos (11/9), pero, a pesar de todo sigue vigente.
El islamismo tiene dos variantes conocidas: sunitas y chiitas. El wahabismo es sunita, pero es su variante más extrema.
En Arabia Saudita rige la sharía es decir la ley islámica. La iglesia y el Estado son una sola entidad.
¿Libertades? Ninguna.
El ministro de relaciones exteriores de Arabia Saudita estuvo en representación de su país en la gran marcha por la libertad de expresión el domingo 11 en París del brazo de Netanyahu y otros del mismo calibre. Dos días antes, en Riad, el bloguero Raif Badawi era sometido a sus primeros 50 latigazos de los mil a que fue sentenciado.
Los dos asesinos de los periodistas de Charlie Ebdo y el de la tienda judía han sido reconocidos como militantes de al Qaida. Al Qaida e ISIS (Estado Islamita) que opera en Siria e Iraq, son wahabitas, es decir pertenecen a la misma secta que la monarquía saudita. Estado religioso que no permite que las mujeres conduzcan automóviles, que amputa manos a los ladrones, que degüella a los delincuentes y a los blasfemos, que no permite la vigencia de ninguna libertad. Literatura, cultura, poesía, artes plásticas son palabras reservadas para una minúscula oposición que nadie apoya y que está cada vez más en silencio.
Hay valientes como Raif Badawi que creó la Red Liberal Saudita, un portal de Internet en el que los usuarios podían debatir libremente sobre religión y política. Badawi tenía además un blog donde llamaba a luchar por la libertad entre ellas la de expresión, ama la poesía. Pero, Raif Badawi, está preso hace dos años; fue sentenciado a siete de prisión y 600 latigazos. En mayo pasado fue revisada la sentencia y se le amplió a diez años de prisión y a mil latigazos.
En el mundo árabe hay blogueros y caricaturistas, los más atrevidos publican en las paredes de sus calles oscuras y algunos se atreven a pedir por la libertad de Badawi.
Los caricaturistas árabes pueden criticar la corrupción pero en términos muy vagos, evitan nombres y datos que puedan identificar. Una blasfemia, en occidente, puede terminar en tribunales, pero en el mundo árabe puede terminar con la vida. Naji al Ali autor de la caricatura clásica del niño Handhala, con un pantalón con remiendos que se convirtió en un símbolo de los palestinos, fue asesinado en una calle de Londres por haberse atrevido a burlarse de Rashida Mahran, la “supuesta” amante de Yasser Arafat.
En mis viajes como enviado especial, me encontré con árabes de la generación de los 40 y 50, sobre todo poetas, muchos de ellos marxistas, otros panarabistas no alineados, en el caso de Turquía, Kemalistas republicanos y seculares.
El caldo de cultivo del radicalismo está en la juventud que, tanto en sus países como en Europa, no está integrada, no tiene trabajo, tampoco futuro, no hay mundo para ellos. Jóvenes que iniciaron la revolución en sus propios países, pero, la “primavera árabe” terminó en baños de sangre entre sectas, atizadas por intereses estratégicos de potencias mundiales y regionales.
La teoría de la tensión como el asesinato de París, provoca el silencio de la inteligencia árabe, que ya está autocensurada; sobrevivientes que no está en la cárcel como Raif Badawi o los periodistas de la televisión catarí Aljasira presos en Egipto.
La intelectualidad occidental debiera retomar el rol de aquella que luchó contra las injusticias y contra el nazismo, porque el fundamentalismo es lo mismo.
Raif Badawi no solo suena árabe es árabe y es mi colega, mi congénere, le gusta la poesía como a mí. El dolor de los latigazos del próximo viernes los voy a sentir en carne propia por eso escribo este texto para que escuchen mi grito.
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