Sábado 24 de enero de 2015
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El traslado masivo de usuarios en las nuevas terminales surgidas por el Teleférico provoca cambios en diferentes barrios de El Alto y de La Paz, causando beneficios y perjuicios. De hecho, una estación de transporte colectivo suele impactar en su entorno y no coincide con el concepto de “vecindad”.
Uno de los temas más mediatizados en estos días es la llegada de pasajeros de El Alto que aprovechan espacios de césped en Irpavi para realizar “apthapis”, o almuerzos al aire libre. Esta es una costumbre más rural que urbana, simpática por compartir, antipática cuando nadie recoge la basura esperando que sea otro (generalmente “otra”), la más pobre, que carga una tarea más. Es una distorsión cuando la comida se acompaña con platos de plástico y cervezas en lata o se toman locales privados.
La necesidad de espacios para disfrutar en familia es una aspiración de las personas, más aún en las metrópolis que se ahogan en cemento y contaminación. Hay ciudades previsoras que destinaron hectáreas para compensar el humo con el bosque. El Central Park de Nueva York es famoso. Montevideo cuidó desde inicio del Siglo XX el Parque Rodó. Ni qué decir de Barcelona, cuyos arquitectos combinaron sutiles estilos con grandes espacios de paseo. Berlín “bajo los tilos” es otro ejemplo.