En la Diócesis de Oruro, recientemente se ha procedido a la elección de la nueva Directiva del Consejo Diocesano de Laicos. Antes del acto eleccionario -verificado por los representantes de las asociaciones eclesiales, movimientos de apostolado seglar y delegados de parroquias- el Obispo de la Iglesia diocesana, como cabeza de la misma, vertió a los fieles seglares de su diócesis, líneas directrices que podemos resumirlas en tres puntos:
1. El Consejo Diocesano de laicos es una instancia eclesial que debe actuar en fidelidad a la Iglesia, mediante el Obispo, cabeza de la Iglesia diocesana, colaborándolo estrechamente en fidelidad también a la doctrina.
2. Está al servicio de las organizaciones afiliadas al mismo, no para servirse de éstas, ya sea a nivel político, ya sea a nivel personal.
3. Debe fomentar la unidad alejando del mismo toda actitud que busque su fractura, especialmente al espíritu de murmuración.
Existe una expresión clásica castellana “cortar tela o paño” para significar la murmuración, la crítica injusta, la calumnia a flor de labios, el juicio negativo sin argumentos suficientes. Entre nosotros, ¿cuánta tela se corta? Apenas hay reunión, diálogo o fiesta en los que no se pase la mayor parte del tiempo interesándose del prójimo, pero no por amor, sino por envidia o antipatía.
Hay personas que destruyen famas como quien deshoja pétalos de margaritas, hasta han convertido en deporte el hablar mal de los otros, si les falta censura, murmullo, reprobación, maledicencia o zaherimiento se aburren. Lo peor de todo es que muchas de estas personas son muy religiosas, figuran a la cabeza de las asociaciones religiosas.
Afirma el Padre Royo Marín:
“Se entiende por tal la injusticia del que siembra cizaña entre los amigos con el fin de disolver su amistad. Es el pecado del que cuenta chismes y susurra habladurías al oído de un amigo para enfriar o disolver su amistad con otro o de unas familias con otras”.
“Es un pecado de suyo grave contra la caridad, y muchas veces también contra la justicia, sobre todo si se vale de la detracción como procedimiento para conseguir sus perversos fines.
“La Sagrada Escritura fustiga duramente este feo pecado. He aquí algunos textos:
Maldice al murmurador y al de la lengua doble, porque han sido la perdición de muchos que vivían en paz (Eccli. 28, 15).
Por falta de leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso cesa la contienda (Prov. 26, 20).
Seis cosas aborrece Yahvé y aun siete abomina su alma: ojos altaneros, lengua mentirosa, manos que derraman sangre inocente, corazón que trama iniquidades, pies que corren presurosos al mal, testigo falso que difunde calumnias y al que siembra la discordia entre hermanos (Prov. 6, 16-19).
San Pablo enumera entre los pecados dignos de muerte el de los “chismosos” o susurradores (cf. Rom. 1, 29)” (Teología moral, 810 y 811).
¿Quién no conoce la anécdota de San Felipe Neri? Confesor prudente y exigente. Una de sus clientes era famosa por su mala lengua, su crítica, su calumnia. El inteligente santo, le impuso este singular penitencial sacramental: por haber calumniado y haber hablado mal de vuestro prójimo, en penitencia, irá al mercado a comprar una gallina, luego la irá desplumando por el camino. Cuando termine de ponerle en cueritos, viene a visitarme. Lo hizo la penitente, aunque le pareciera ridícula la resolución obedeció por respeto. Al visitar a San Felipe, éste le indicó: ahora señora vaya a recoger todas las plumas de la gallina y me las trae. Ella respondió: pero Padre el viento las habrá esparcido, algunas serían recogidas por los niños para sus juegos, y ¿cómo quiere que le traiga todas, si es imposible recogerlas? Y aquí llega la puntilla del santo: si no puede recoger con facilidad las plumas de la gallina, ¿piensa que recogerá con más facilidad las palabras que ha esparcido, desplumando a su prójimo?
Es preocupante la conclusión, porque algo afectará también a mi conducta. ¿No habré desplumado algunas personas de un modo injusto? ¿Y dónde se hallan todas las plumas de defectos ajenos, existentes o no, que he esparcido con mi lengua? ¿Cómo hallarlas, y cómo recogerlas ahora tras tantos años? Y sin embargo la justicia de Dios me exigirá la reparación de dichas ofensas más o menos públicas, ya que me doy cuenta de que luego me será imposible recoger las plumas, ¿por qué no evito ahora cuidadosamente, de esparcirlas?
*Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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