Es patética la desorganización urbana en la ciudad, pues lo que se aprecia diariamente es el crecimiento ilegal del comercio informal que se apodera de todos los espacios públicos que están a su alcance y ofrecen cierta facilidad para el desarrollo de los negocios eventuales.
En la medida que más comerciantes se asientan en las aceras, con o sin autorización municipal, más ciudadanos de a pie deben utilizar las calzadas para transitar especialmente en la zona central y las proximidades de los principales centros de abasto, donde los vendedores de una insólita variedad de productos acomodan sus puestos y alteran el buen uso del espacio público.
El problema se hace más complejo en los días de pre-feria y de feria en algunos mercados como el Fermín López o Campero, donde se concentra enorme cantidad de vendedores y mucha más de compradores haciendo muy dificultoso el tráfico de vehículos de servicio público y particulares, por supuesto con más molestia a los transeúntes.
Nadie sabe de manera concreta cuál es la cantidad de comerciantes ilegales que están ubicados en las calles, tampoco existe un informe real de la recaudación que percibe la Alcaldía por el cobro de “sitio” a ese gigante comercio informal que opera en las calles, en algunos casos posiblemente la mayoría, causando problemas a la propia comuna por la acumulación de mayor cantidad de basura, generada expresamente por este tipo de comercio que expende alimentos variados, cuyos desechos y envases son arrojados en la vía pública, además creando un peligro adicional para los transeúntes.
En algunas zonas de la ciudad proliferan los talleres callejeros, los que parchan neumáticos, cambian e inflan llantas, los talleres eléctricos y los que cambian aceites y filtros, inclusive algunos de mecánica y chapería, otro problema con peligro más próximo por sus características para viandantes, especialmente niños y adultos obligados a transitar por esos sitios.
La ciudad y su Municipalidad han perdido el control del espacio público, cediendo posiciones a una actitud de trabajadores gremiales que encontraron en las calles y de manera especial en las aceras, los mejores lugares para la instalación de sus comercios. Es evidente que se trata de un problema social ante la falta de empleos, pero al mismo tiempo es un caso que merece una atención especial por parte de las autoridades comunales para evitar el crecimiento de este “mal urbano” que atenta contra la seguridad de la gente.
Se sabe de la existencia de mercados propiamente vacíos, con escasos puestos ocupados, ubicados en algunos barrios de la ciudad, incluso algunas casetas por ejemplo en el Mercado Bolívar se han convertido en mingitorios, cuando tales espacios deberían ser ocupados por comerciantes callejeros para dar seguridad y comodidad a los propios gremiales y a los compradores.
Las autoridades municipales deberían utilizar de mejor manera su tiempo y capacidad para solucionar en el corto tiempo de su mandato algo que la ciudadanía espera desde hace tiempo y que se puede operativizar con criterio técnico, con cumplimiento de normas y suficiente autoridad la defensa del derecho ciudadano al buen uso del espacio público.
Los transeúntes son los más perjudicados con el uso de las veredas por los comerciantes informales, mientras que nadie sabe en qué proporción beneficia la concesión de puestos a la economía municipal, entidad responsable de cuidar el espacio público.
Fuente: LA PATRIA
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