El agua está presente en la naturaleza, pero no en las tuberías de mi barrio, se encuentra en los ríos, los lagos, los mares, pero menos en mi casa. Y si aparece por el grifo segurito que ya nomás se va a ir, porque toca distribuir y bombear a las zonas “bajas” de la ciudad (o a las zonas “altas”, según cómo convenga). Y ahora, con la época de lluvia, milagrosamente aparece en las calles inundadas, en mi patio anegado y hasta llueve por mi cabeza, pero nunca viene de la llave del lavaplatos de mi cocina, de la pileta del baño o de la manguera de la vecina, que ha tenido que comprar más bañeras, baldes y cubetas para recibirse agua de la canaleta del techo, porque le tienen cortado el servicio por no pagar dos facturas atrasadas del agua que consumió en horarios extremadamente restringidos y reciclando constantemente.
El problema del agua en la ciudad, es un problema serio, que raya en la preocupación. Es verdad –y eso hay que reconocerlo– que las autoridades municipales y de la institución indicada, tienen acciones encaminadas para solucionar el asunto. Sin embargo, hay que ser críticos respecto de algunas cuestiones referentes al uso adecuado y eficiente de este recurso, y que estas acciones, al parecer, no son de satisfacción del pueblo y mucho menos están dando resultados. Se ha dicho mucho y se sigue diciendo que tenemos reservas de agua solo por un par de décadas más, que las captaciones de agua para la ciudad ya no abastecen la gran demanda, que se están construyendo tanques de almacenamiento que nunca terminan de construir, y hasta se ha regalado un tractor nuevito para los trabajos de instalación de nuevas conexiones. Y por la tele se ve una campaña para que la ciudadanía cambie de actitud frente al uso del agua: dúchese rápido (en tiempo récord, si es posible), lávese las manos con el grifo cerrado (y manche con espuma de jaboncillo la llave), no lave su auto con manguera (pero si lava con agua en lavador igual gasta la misma cantidad), asegure las conexiones deficientes… y el agua es vida.
Sí, es verdad, hay que racionar este elemento, pero no al extremo exagerado de reciclar en recipientes de gran capacidad que por el constante almacenamiento de agua sucia se convierten en criaderos de moscas y otros vectores, de todas maneras los recipientes después deben ser lavados con agua limpia, cloro y detergentes. Se pide que no se usen los chorros de agua, pero las verduras y las frutas deben lavarse con la fuerza del chorro para su asepsia, y para cocinar hay que lavar utensilios, olas y cacerolas antes y después de las comidas. Un adulto puede ducharse en tiempo récord, pero cómo hacer con los niños que deben bañarse diariamente o al menos día por medio para evitar enfermedades y parásitos. Del lavado de ropa y frazadas no se dice nada, de la higiene de pisos y baños, limpieza de patios donde viven mascotas, tampoco se dice nada. Es decir, hay una campaña dirigida a la ciudadanía, a los vecinos simples y lacónicos, que, como se nota, es la causa y el efecto del problema, el origen y el final de su propio destino, esto sí que es una paradoja.
No se dice nada del agua que se usa en las industrias de textiles y curtiembres, en empresas mineras, cooperativas, fábricas, mataderos, restaurantes y hoteles; y de los saunas que han proliferado considerablemente en nuestra ciudad, no hay referencia alguna. Tampoco se dice nada de los hospitales, donde el agua es el principal componente de desinfección; en escuelas y colegios, donde se enseña higiene personal a los estudiantes y se debe higienizar sus baños; en los mercados, en las ferias permanentes y transitorias, en las iglesias y parroquias, en las plazas y plazuelas donde se requiere agua corriente para sus fuentes de ornamentación, y los parques donde se necesita riego para los jardines.
En conclusión, la escasez constante de agua se convierte en un problema de salubridad, de sanidad, de vida. No olvidemos que es un servicio básico y vital, y su uso no exactamente debe ser “racionado” hasta el extremo de lo insalubre, sino aprovechado eficientemente para beneficio del bienestar de los ciudadanos, que están atentos a los cambios de políticas públicas para mejorar este servicio, de los simples vecinos de la ciudad que esperan mejores y mayores inversiones para contar con agua limpia en sus hogares, donde su vida transcurre con esperanza y miedo de que su futuro no se vaya como agua entre sus manos.
(*) Educador y comunicador
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