Charlie Hebdo llama al arrepentimiento y al perdón
19 ene 2015
Miguel Manzanera, SJ
El 7 de enero de 2015 será considerado como un día trágico en la historia del siglo XXI. Dos hermanos argelinos franceses invocando el nombre de Alá y proclamando venganza dispararon a quemarropa y mataron a diez trabajadores – incluido el director - del semanario “Charlie Hebdo” y a dos policías, rematando cruelmente a uno de ellos. Dos días después los dos hermanos fueron abatidos por las fuerzas del orden. Un grupo Al Qaeda en Yemen ha reivindicado la autoría de este hecho. Casi en coincidencia con ese acto un yihadista invadió un supermercado de alimentación “kosher” y masacró a tres personas judías antes de ser él mismo disparado por la policía.
Estos hechos sangrientos han provocado un rechazo colectivo en la sociedad francesa y también en otros países, condenándolos y proclamando la defensa de la libertad de expresión como uno de los pilares fundamentales de la sociedad civil. Varias marchas multitudinarias se han organizado en muchos países, destacando la realizada en París, presidida por numerosos jefes de gobierno y representantes de países europeos, Rusia, Estados Unidos, Israel y Palestina.
También el Papa Francisco envió un telegrama al Arzobispo de París, uniéndose “en oración al dolor de las familias de las víctimas y a la tristeza de todos los franceses”, pidiendo a Dios misericordioso para que acoja a las víctimas en su luz, consuele a los heridos y a las familias y traiga el don de la paz. Al día siguiente en la santa Misa el Papa expresó así su pesar: “El atentado de ayer en París nos hace pensar en tanta crueldad, crueldad humana; en tanto terrorismo, tanto el terrorismo aislado como el terrorismo de estado. ¡Pero la crueldad de la que es capaz el hombre! Recemos, en esta Misa, por las víctimas de esta crueldad. ¡Muchas! Y también pidamos por los crueles, para que el Señor cambie sus corazones”.
Una vez condenado este acto de terrorismo, hay que reflexionar sobre las circunstancias que lo han provocado, que, si no se corrigen, pueden llevar a enfrentamientos más horrorosos. Sobre todo tenemos que revisar nuestra visión sobre la libertad de expresión. Algunos medios de comunicación utilizan la burla y de la sátira sobrepasando los límites de la convivencia pacífica.
La declaración de la libertad proclamada por la Revolución Francesa fue un gran avance frente a la discriminación y la desigualdad vigente hasta entonces. Inspiró también la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada en 1948 por la casi totalidad de los países del mundo. Ahora bien la libertad, tal y como fue proclamada, está unida a la igualdad y a la fraternidad. Por lo tanto una libertad que injuria a otras personas y mucho más si blasfema en contra de sus valores más sagrados deja de ser libertad y pasa a ser un abuso que la sociedad debe rechazar y en su caso sancionar penalmente.
Algo de eso han pretendido los periodistas sobrevivientes de “Charlie”. El 14 de enero, una semana después del horrible atentado, han publicado un nuevo número de su semanario con una tirada de cinco millones de ejemplares, en varios idiomas entre ellos el árabe. En la portada aparece una caricatura del Profeta Mahoma, lloroso, sosteniendo en sus manos el cartel con la consigna “Je suis Charlie” (Yo soy Charlie) masivamente utilizado en las marchas de protesta contra el atentado terrorista. En la parte superior de la portada aparece la inscripción “Tout est pardonné” (Todo está perdonado). Claramente es una llamada a la misericordia y al perdón por parte de todos, víctimas y victimarios.
Cabe interpretar esta portada como una muestra sincera del arrepentimiento por parte del equipo del semanario por haber transgredido los límites aceptables de la sátira, era de esperar reacciones de protesta en los países musulmanes que han prohibido la exhibición y venta de “Charlie Hebdo”. En la cultura islámica la imagen del profeta Mahoma es sagrada y su reproducción es considerada una blasfemia.
Por eso, tal como el Papa ha indicado en su reciente viaja a Sri Lanka en una reunión con budistas, hindúes, musulmanes y cristianos, hay que aprender a dialogar y a respetar las distintas creencias religiosas sin ridiculizarlas bajo pretexto de libertad satírica de expresión. La verdadera libertad debe abstenerse de palabras o dibujos que puedan herir los sentimientos religiosos de otras personas y que impiden la construcción de la fraternidad universal.
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