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Domingo 18 de enero de 2015

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Cultural El Duende

BARAJA de TINTA

Sobre neologismos, comida de toros y vestimentas

18 ene 2015

De Ricardo Jaimes Freyre a Miguel de Unamuno

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10 de enero de 1905

… En lo que se refiere a los neologismos comparto la opinión de usted, pero no creo que deban rechazarse los culteranismos cuando son oportunos y no simplemente pedantescos; tienen sobre los vocablos regionales la ventaja de la universalidad y con ellos se puede tener la certeza de ser comprendido, lo que no sucede con los otros, fuera de casa, además, como decía Don Quijote “cuando algunos no entienden estos términos importa poco, que el uso lo irá introduciendo con el tiempo, que con facilidad se entiendan, y esto es enriquecer la lengua sobre quien tiene poder el vulgo y el uso”.

Muy oportunos y eficaces sus argumentos contra las corridas de toros. No soy precisamente un partidario de esa diversión, que si es nacional en España, también lo es en el Perú, donde he pasado mi infancia y mi adolescencia. Más que un convencido soy un despreocupado en este orden y no he examinado el punto con atención. Preciso sí, que esa niveladora civilización que empieza a suprimir todo carácter en los pueblos, aproximándolos mediante estirones o cortes, a un tipo determinado, es demasiado rígido y por todo extremo fastidioso.

He viajado mucho, y nada me ha mortificado tanto como la monotonía del confort y la identidad de usos, de costumbres, de palabras y hasta de gestos, en todas las personas que aspiran a figurar en la sociedad de buen tono.

Aceptable y comprensible sería esto si las tituladas conquistas de la civilización (hablo de este género de conquistas solamente; las letras, las artes y las ciencias tienen otro sitio) contribuyeran a hacer más felices a los hombres; pues sucede todo lo contrario, les quitan sus placeres y nada les dan en cambio, si no es la satisfacción de imitar de una manera simiesca, los usos ajenos.

Una reciente ordenanza municipal ha impuesto al pueblo de La Paz (Bolivia) el traje europeo. La alta clase social y la media lo han llevado siempre; pero el pueblo obrero y la gente servil tenía su indumentaria pintoresca, dentro de la cual se sentía muy a sus anchas, sin ofensa de nadie, pero los excelentes ediles creyeron que si todo el mundo llevaba americana o blusa, tomarían los viajeros a la ciudad de La Paz por un París o un Londres americano. El único resultado ha sido aburguesar lamentablemente a ese pobre pueblo. Creo que nada se gana con perder los hábitos tradicionales. Todo esto reza con costumbres o prácticas viciosas o perjudiciales.

Hablando de las corridas de toros, usted moraliza y se coloca en excelente terreno; el mío era el de las simples impresiones, y me divierte más que me enfada oír y leer los desatinos de los viajeros que persiguen la pittoresque, y me explico que compensen con la imaginación el desencanto de los sentidos.

A los Dumas, Meimée, Gautier y Barrés y otros españolizantes de gran ingenio y de escasa fidelidad, no les van en zaga los que nos descubren diariamente a nosotros los americanos y nos ponen de salvajes que hay por dónde cogernos.

Deseo vivamente conocer la opinión de usted sobre una novela griega que tengo terminada, y de la cual podrá usted formarse una idea leyendo los capítulos publicados en los números 2 y 5 de la revista que dirijo, y que puntualmente le envío. Juzgue usted como insigne helenista que es, las muestras esas de mi libro.

Aunque sé que prefiera usted las cosas vividas, no lo creo enemigo de esas reconstrucciones arqueológicas, tan trabajosas, que nos llevan con la imaginación a épocas desaparecidas para siempre. Ese es, por otra parte, mi ambiente ordinario, pues soy catedrático de historia de la literatura en el Colegio Nacional de esta ciudad. Nada hay más que estime que esta relación nuestra a que han dado comienzo sus amables cartas; tenga usted la seguridad de que mi mayor deseo es que se conserve en el pie de cordialidad en que usted la ha puesto, y cuente en todo y por todo con su amigo afectísimo.

Ricardo Jaimes Freyre

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