Viernes 16 de enero de 2015
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La matanza en la revista satírica Charlie Hebdo ocasionó repulsa, tristeza y frustración y, en pocos casos, hubo justificaciones poco convincentes.
Hay ya cientos los artículos sobre esta tragedia. Resaltan, entre ellos, los que, sin intención política y desde diversas trincheras ideológicas, han condenado este crimen y han llamado, como lo hizo el filósofo Abdennour Bidar en Le Monde, a que “el primer reflejo de dolor y de cólera” no genere “la tentación de devolver mal por mal, de recurrir a la violencia para hacerse justicia, de escoger la venganza contra el mal –eterna tentación para el ser humano de la ley del Talión o del odio por el odio”.
Pero, lo insólito: para justificar la barbarie, se procuró encontrar razones para la conducta criminal de matar para vengar una burla o una caricatura. Estas explicaciones se orientaron nítidamente a la negación de la libertad y de la democracia. Es que para combatir excesos –si hubiera alguno en Charlie Hebdo– hay procedimientos legales a los que se podía recurrir. Matar no es la solución, ni es el castigo por pensar diferente ni por una pretendida ofensa.
