La “inclusión”, ha llegado viciada -creo que sería honesto según yo, expresar que no ha llegado en su sentido límpido…- se ha metido por meter; sin esa voluntad vívida que diferencia a los seres, se ha pretextado esa acción “inclusiva”, que infesta a las pobres gentes.
Me refiero al postulado de endosar a cualquier mortal por su “raza”, “origen”, género u otras cuestiones fortuitas, así “obligar” a que algún poder o instancia del Estado esté conformado necesariamente por una cantidad predeterminada de gentes con rasgos raciales de una forma y, otra cantidad con rasgos de otra; es un despelote: la “raza” excluye a la voluntad, a la capacidad o probidad de la persona. Si un ser no merece formar parte del poder legislativo -por ejemplo- , su raza lo permite: “así debe ser”, “es equidad”; se excusa. Se llega entonces al hecho de no participar el hombre o la mujer; si no su “raza” o su género; ya no sería por sus acciones, si no por sus aspectos. Qué importa que no haya ni un aymara en el congreso: si no hay uno capaz, uno a quien le sea lícito ostentar esa función, como no importa que no haya un solo varón en tal instancia estatal o privada, si lo mejor no permite que lo haya.
“Lo trágico -decía Lawrence- debería ser una inmensa patada que se le pega a la desdicha” (1). Lamentablemente en estos tiempos, no lo es, no lo es como podría serlo, acaso sea cierto que existen algunos seres no viciados -o no mucho-, no sé; pero el mundo sigue siendo enajenado, y la vanidad parece no fracasar al tentar a cuantiosas gentes. En vano cavilé acerca de los méritos que tendría esa inclusión “obligatoria” de la que hablaba, en vano traté de reconocerle gloria a cualquier empresa, si pudiendo no infectar patéticamente, así transcurre. Tal vez no sea aún “legal” dejar de degenerar el universo, pero no importa mucho lo legal ante la voluntad real de la persona; no es fácil, comprendí, pero lo fácil sólo es fácil y también el dinero se va como ese fofo y nocivo desperdicio que sale de las chimeneas, de las empresas ridículas.
Han hablado recién de la culpa de los países industrializados por el “calentamiento global”, y ellos también han proclamado la industrialización de Bolivia, en vano traté de reconocerle dignidad a ese planteo. Creo, sin embargo que la industria no es lo mismo que la contaminación, otra cosa es la manera en la que se la maneja y en Bolivia tristemente, por dar un ejemplo acaso reincidente; la empresa estatal, de los bolivianos, del pueblo y no sé qué; minera Huanuni, merecería un nombre más honesto: desastrosa, mi vista lo ha constatado hace no mucho tiempo, ¿industrializar así?: apología de la miseria. La idea de nacionalizar empresas, “que sea de los bolivianos”, seduce -al parecer a varias personas-; pero qué importa que sea estatal si no es en realidad más que banal, misérrima. ¿Qué da más ingresos económicos?; si arruina los pulmones, ¿Qué hay más ingresos para los departamentos, municipios o universidades?, he visto -de fuentes oficiales- que ésos han sufrido recortes; entonces qué dan, no sé.
Pero es probable que sean las asquerosidades que pululaban en las paredes y ornatos públicos: papeles color azul, en el que decía MAS; luego -de Diciembre- a sacarlos con latas deshaciendo paredes, haciendo basura. La campaña para el 4 de Abril no está exenta de eso; la ciudad vituperada, con pinturas feas en casas tal vez bonitas, como esa más o menos rosada de las calles Soria Galvarro y Adolfo Mier, casas ultrajadas, la pasarela de la Villarroel; desgraciada con las porquerías que le han puesto; también color azul.
Oruro así y con sus otras taras está fea, hay que confesarlo.
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