El ingreso a Bolivia de la competencia internacional del Rally Dakar permitió recuperar la autoestima y fue prueba para nuestra bolivianidad, porque ciudadanos de todas las latitudes del país se reunieron en Occidente, en las regiones de Potosí y Oruro, para ver el paso de valerosos pilotos y sus máquinas que hasta arrancaron lágrimas de emoción a los propios competidores.
Sin duda una prueba de valor, dedicación, resistencia y sobre todo de fe, para demostrar que los competidores pueden llegar a la meta luego de superar grandes obstáculos y además seguir en competencia hasta completar las distintas etapas que supone cubrir una experiencia inolvidable que pasa distintas regiones y zonas geográficas del mundo.
Para los bolivianos fue una convocatoria a la unidad en torno a los representantes que llevaron en alto la tricolor nacional, se convirtió en una reveladora exigencia de fin de semana que además de reforzar nuestra esencia de bolivianidad, permitió mostrar los potenciales turísticos que tiene nuestro país en cada una de sus regiones, así como los espacios únicos de los dos salares más grandes del mundo, Uyuni y Coipasa.
Esta integración de Bolivia a la prueba internacional fue el mejor escenario para mostrar algunas danzas de nuestro Carnaval de Oruro, reconocido por la Unesco como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, que resulta ser único en su género por sus características, ritualidad y sincretismo que además evoca una calidad y excelencia en su coreografía, vestimenta y fe devocional que irradian como un milagro anual miles de devotos danzantes.
Por primera vez y en el segundo año que pasa la competencia del Rally Dakar por Uyuni se logró congregar al mayor número de representaciones de todos los departamentos y zonas geográficas del país, lo que además permite contar con una ventana al mundo para promocionar nuestros valores ancestrales, culturales, sociales y hasta políticos.
El Dakar en resumen, le puso vida propia al país, durante el último fin de semana porque se vivió una jornada sacrificada para todos los participantes de la prueba del automovilismo y motociclismo mundial, así como para los aficionados que sorteando una serie de obstáculos, desde la falta de transporte, carencia de sitios para hospedaje, poca alimentación, escasa agua potable y sumado a esto el mal clima, dejó para la gente congregada en Uyuni, Llica y otras poblaciones potosinas, así como Pisiga, Salinas de Garci Mendoza, Opoqueri, y los dos salares, una experiencia de sobrevivencia de alto riesgo y extrema aventura que resulta ser quizá única por las situación que tuvieron que enfrentar primero hombres y máquinas y, también los espectadores que se ubicaron a lo largo de la ruta del rally.
La forma de promoción del Dakar fue excelente, incluso envidiable y ahora debemos pensar con esa creatividad, con esa decisión y fortaleza la urgente necesidad que hay para promocionar el mejor Carnaval del Mundo que se realiza en Oruro-Bolivia, donde cada año debe existir mayor participación internacional y se debe mejorar la presentación para preservar y cuidar nuestras danzas.
La esencia de la bolivianidad no siempre debe emanar de los propios bolivianos, sino que ésta también puede ser motivada por un evento mundial y de gran alcance como el Rally Dakar que nos permitió reafirmar nuestra autoestima, porque hasta un competidor chileno embargado por la emoción gritaba en Uyuni que ¡Viva Bolivia!, en agradecimiento de la gran prueba vivida, demostrando así que nuestro país es y será siempre lo mejor que tenemos.
Ojalá las autoridades departamentales y municipales en coordinación con las nacionales aprendan de esta gran lección y experiencia que nos deja el Dakar para promocionar y dotarle del mejor escenario a nuestro Carnaval de Oruro, único e inigualable en el mundo.
(*) Periodista
lapalabraencarnada@bolivia.com
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