Sábado 10 de enero de 2015
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Pasan los días, pasan las semanas, pasan los meses, ¡cambia el año! y cuando despertamos el Ministro todavía continúa ahí, en su despacho, como si sus palabras fuesen un susurro íntimo, como si sus sentencias fuesen privadas, como si su entendimiento fuese notable.
Desde el inicio de su gestión el Ministro mostró ignorancia en su área de trabajo. Era difícil de creer, aún con tanto estropicio que se da estos días, que un personaje tarde ¡28 años! en obtener su título profesional, nada menos que de médico. Es decir cuando ingresó a la facultad todavía había polio en Bolivia y cuando hacía ya tres lustros que esa enfermedad infantil estaba bajo control.
¿Cómo puede alguien entender de salud pública si pasó “estudiando” el pregrado desde la temprana juventud hasta los maduros cincuentas? Entonces dijeron que tenía un padrino, mejor dicho una madrina, que lo sugirió para el cargo y lo defendió aún en medio del desastre.
Algún poder debe tener para mantenerse en su silla después de tantos fracasos para encarar epidemias, tropezones para ampliar el SUMI iniciado por Javier Torres Goitia hijo, equívocos para solucionar la asignatura pendiente obligando a los médicos a ocho horas de trabajo. Tuvo la capacidad de reunir a moros y cristianos en su contra pero él sigue ahí.