Jueves 08 de enero de 2015
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Todos, a nuestra manera, respaldamos la democracia, y muchos dicen que la defienden de quienes se proponen conculcarla; claro está que los propósitos antidemocráticos son atribuidos a los adversarios políticos. En verdad, hay pocos términos o conceptos –como el de la democracia– con tanta variedad de interpretaciones contradictorias. Pero hay un elemento común: el voto, que es parte importante de un proceso democrático formal, aunque, en los hechos, si es empleado discrecionalmente –o fraudulentamente–, se convierte en una maniobra para distorsionar su esencia.
Predomina la creencia de que el voto es suficiente garantía de democracia. No es así. Es, simplemente, uno de sus elementos; el que debe dar inicio a cada nueva etapa de la vida democrática. La Carta Democrática Interamericana, menciona ese y los otros elementos: “…el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos” (Art. 3º).