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Domingo 04 de enero de 2015

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Cultural El Duende

El barroco de Alejo Carpentier

04 ene 2015

Marc E. Blanchard (Casa de las Américas 2006)

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Primera de cuatro partes

En 2004 se conmemoró en todo el mundo el centenario de Alejo Carpentier y, en ese contexto, se puso de relieve el concepto del barroco aplicado concretamente a la obra de Carpentier y al propio Carpentier, uno de los más grandes escritores de la América Latina y el Caribe. Si bien todos parecen coincidir en que Carpentier es, en términos generales, uno de los más importantes autores influidos por el barroco, todavía se debate si fue barroco o neobarroco, si ese término puede aplicarse a toda su obra o aparte de ella y, por último, si su obra puede tomarse como principal ejemplo para facilitar la comprensión del fenómeno del barroco. Aunque los críticos de este estilo subrayan la importancia del espacio y la geografía, cabe asegurar que en una de sus últimas obras, Concierto barroco, Carpentier recrea el barroco como un arte y una filosofía del tiempo del todo modernos. Al analizar la modernidad de una cultura latinoamericana y caribeña barroca o neobarroca, su rasgo fundamental no radica solo en invertir la orientación de una geografía basada en conquistas de Oriente a Occidente, sino también en alterar la preponderancia, citada tan a menudo en estudios sobre el barroco, del espacio respecto del tiempo y la geografía respecto de la historia, de una visualidad concreta basada en los conceptos de la imitación y la deformación. Consiste además en conceder, en el diálogo sobre la historia de Occidente, un lugar primordial a una reflexión sobre el tiempo barroco que deberá mantenerse fiel al principio de que todo lo que atañe a la experiencia humana pertenece al mundo barroco, modificado por una determinada idea del tiempo, una conciencia, un recuerdo un ordenamiento de los fenómenos conforme a una compleja cronología, tan detallada y diversa como los puntos de vista sutilmente diferentes de una multitud de sujetos que recuerdan su propia versión de lo que, más que una historia fija, es una mito que evoluciona a medida que se redefine el espíritu de la época en que viven. Así pues, en Concierto barroco la América conquistada por los españoles aparece transfigurada a medida que los viajeros del Nuevo Mundo descubren, al recorrer España e Italia, que su tierra colonial, vista desde ese otro lado del Atlántico, parece ser muy distinta del país que dejaron atrás cuando partieron de Cuba rumbo a España.

I

Ahora bien, ¿qué el Concierto barroco? Escrita en 1974, cuando Carpentier se encontraba en el punto más alto de su fama, cumplía la función de ministro consejero de la embajada de Cuba en París y había sido honrado con distinciones de todo el mundo [con motivo de su sesenta aniversario], Concierto barroco sigue siendo un ejemplo perfecto de arte barroco: una novela breve en que se fusionan pasado, presente y futuro para contar la historia del viaje a la inversa, de Occidente a Oriente, de una criollo mexicano desafecto, conocido por el lector como el “Amo” o señor (para su sirviente), “[…] El Amor llegaría rico, riquísimo con plata para regalar, un nieto de quienes hubiesen salidos de ellos […] para buscar fortuna en tierras de América”. La esperanza del criollo radica en descubrir quiénes fueron sus antepasados y, quizá, descubrir Europa, en lo que constituye una imitación de los españoles que primero cruzaron el Océano Atlántico y llegaron a América. A pesar de ser una novela muy breve, Concierto barroco es una obra impresionante que puede leerse como un cuadro vivo independiente o como parte de una historia central no revelada aún e interrumpida por el despliegue del carnaval de Venecia. En su caprichosa trama, que con absoluta seriedad Carpentier presenta como estrambótica y metódica a la vez, el Amo y su esclavo cubano Filomeno –adquirido este último en una breve estancia en La Habana, asolada por la peste y donde muere enfermo el primer esclavo mexicano, un joven llamado Quisquillo– tocan tierra firme. La narración, vertiginosa y llena de impromptus, trampantojos y digresiones libres, lleva al Amo y a su sirviente Filomeno, junto a estrellas de la música barroca como Haendel, Vivaldi y Scarlatti, hasta un colegio de monjas que cantan, donde todos disfrutan de la ópera Montezuma, Emperador de los aztecas, de Vivaldi, una ópera que se sabe que existió, pero es posible nunca fura puesta en escena, y en la que un famoso actor veneciano viste el mismo traje de emperador azteca que el criollo usado en su primera noche de carnaval. La música, tanto típicamente barroca o renacentista como afrocubana, las bebidas, las mujeres, el erotismo del carnaval, todo en esa fulgurante fantasía sirve a Carpentier para hacer gala de su agudeza, su erudición y su amor por los instrumentos musicales, la armonía y la discordancia, la arquitectura, el mobiliario y la literatura. De hecho, Concierto barroco no es solo una obra barroca perfecta, sino también una parodia perfecta de una obra barroca perfecta. Es una obra que deslumbra al lector con citas, referencias a obras clásicas, renacentistas y modernas, en particular Don Quijote, y a escritores como Shakespeare, así como con incongruencias y situación contrafácticas: el Amor es guiado por su esclavo, los músico son criticados por su público, los parranderos ebrios visitan la tumba de Stravinsky en un cementerio de Lido, el esclavo liberado da a su Amo, que regresa a México, una nostálgica despedida en la estación del ferrocarril de Venecia y la siguiente noche de Filomeno en la ciudad transcurre escuchando a Louis Armstrong en When the Saints Go Marching In, mientras el narrador mesiánico augura libertad y revolución para los oprimidos del mundo. Con ese final, Carpentier se cerciora de que le lector comprenda todo esto en el enfrentamiento de la ficción con la historia y del tiempo consigo mismo. Concierto barroco también se escribió con ironía, con la mirada puesta en la parodia y en ese exceso contenido que hace que las parodias resultan tan atractivas, placenteras e insidiosas a la vez.

Sobre la base de ese análisis, cabe decir que ese atractivo, explotado por el autor en cada giro de la historia, es en esencia lo que hace que Concierto barroco pueda catalogarse como una obra barroca. Ante este hecho, muchos críticos la han clasificado como “picaresca”, como si se tratara apenas de una miniatura de las grandes épicas barrocas o de los inagotables cuentos del pícaro, con elementos de la tradición erótica del Renacimiento. Sin embargo, Concierto barroco es mucho más que eso y en ella pueden distinguirse resonancias de obras como La Celestina, Amadís de Gaula, Orlando furioso y El Buscón, así como Don Quijote, El judío de Malta, Astrofel y Stella y tal vez hasta de Hamlet, o de Don Juan y su sirviente, como si estas pequeña pieza de Carpentier fuera, al final de su vida productiva y nómada, una loa genérica a algunas de las grandes obras de la literatura hispana y europea de los tiempos de la conquista del Nuevo Mundo. De hecho, también puede considerarse que Concierto barroco hace cierta justicia poética, ya que representa el regreso de un viejo escritor a un cuento que había escrito en su juventud, cuando se ganaba la vida como productor en la radio francesa. En “El camino de Santiago” Carpentier había escrito sobre un joven español que deja la feria de Burgos para marchar a América. Allí desenmascara las mentiras de los documentos sobre la colonización. Por ende, Concierto barroco representa en buena medida el cumplimiento de un deseo que Carpentier y su héroe Juan habían esbozado en “El camino de Santiago” de explicarse a sí mismo cómo dos guerras de conquista ocurridas siglos atrás habían determinado la imaginería cultural de los europeos que descubrieron un nuevo mundo solo para saquearlo y ahora seguían determinando la conciencia de los latinoamericanos que, hoy día, necesitaban comprender cómo su propio universo se mantenía dominado por el asombro de aquellos primeros europeos. (Borges se había preguntado cómo podría sentirse uno al mantenerse vivo solo en los sueños de otros.)

Aun así, también está claro que Concierto barroco no es solo depositaria de obras famosas, especialmente barrocas, cuyo legado aflora aquí y allá (la voz libre de Ariosto, el ingenio mordaz de Quevedo, las convincentes tragicomedias de Shakespeare). Con rápidos esbozos de personajes poco complicados, cuya función es ayudar a hacer avanzar la historia en dirección contraria de América a Europa, Concierto barroco es también una fábula sobre rarezas históricas: los negocios turbios en Veracruz y Barcelona, la peste en La Habana, las máscaras del carnaval de Venecia. Todo cuanto pueda serle útil al narrador para lograr tres cosas a la vez: volver a escribir la historia de la Conquista, trastocar los grandes esquemas de una historia maestra y demostrar que la música, con su tempo y su efecto en el cuerpo, es la fuerza que puede moverlo todo.

Continuará

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