Domingo 28 de diciembre de 2014
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Editorial y opiniones
Celebramos la Navidad desde una tierra y humanidad heridas
28 dic 2014
José Carlos García Fajardo
Unas fiestas ancestrales que se montaron sobre otras relacionadas con Mitra, Saturno, Osiris o con el solsticio de invierno. ¿Qué más da? Lo que importa es la celebración del cambio estacional, desde la noche más grande del año, acogiendo un nacimiento que simboliza la esperanza, el renacer, la nueva vida. Tiene que ver con nuestra propia infancia, esa dolencia de la que uno no se cura. Es un fenómeno cultural con miles de años de “historia”. En otras latitudes, se “celebra” el nacimiento del Buda o de otros avatares de la divinidad como quiera que se conciba. Siempre con la mutación de una naturaleza viva y palpitante aún bajo las nieves del invierno, los árboles sin hojas y la tierra yerma que se prepara para un renacimiento impresionante en la primavera. ¿Es esto antropomorfismo? ¿De qué otra manera podemos considerar nuestra existencia humana, y no sólo animal, sino vinculada al medio ambiente en el que “vivimos, nos movemos y somos”?
Aún desde la perspectiva más materialista no podemos ignorar los hechos culturales que sostienen nuestra personalidad y nuestra forma de vivir, nuestro progreso y nuestra lucha por una sociedad más justa y solidaria, más libre y que reconozca el derecho de todos los seres a la búsqueda de la felicidad. No se trata de una vuelta a la naturaleza ni mucho menos a una Edad Dorada o a un Paraíso que jamás han existido. Como tampoco podemos concebir paraísos o edenes semejantes después de la muerte. Igual que no sufrimos por lo que “éramos” antes de nacer es absurdo preocuparnos por lo que “seremos” después de la muerte. Nuestro quehacer es vivir aquí y ahora con la mayor plenitud posible, con coherencia y armonía, conociéndonos y reconociéndonos para ser consecuentes con nuestra realidad, con nuestro ambiente y con nuestras relaciones. Dejemos el envoltorio y disfrutemos del regalo, del presente de esa vuelta al hogar, sí, al seno en donde un día te supiste acogido y querido. Que eso es el hogar, el lugar en dónde nos esperan y acogen porque nos pertenece al tiempo que les pertenecemos.