Con un fardo de cosas buenas y malas, tal vez más malas que buenas, (salvo que uno fuera oficialista), en días más el año viejo “pasará a formar entre los muertos”, como dice un poeta en Brindis del bohemio. Es de rigor efectuar una especie de balance de lo que fue el año que finaliza. No sólo los bancos o los financistas hacen sus “arqueos”; cada quien hace también el suyo. Es un año más o un año menos, como quiera verlo.
Por nuestra cuenta, he aquí algunos hechos. Como el reloj- cangrejo del macro sindicato legislativo iremos de adelante para atrás, hasta donde nos alcance el espacio. En estos días Obama sacudió al mundo con el anuncio de apertura de EE. UU. hacia Cuba. En más de medio siglo fue inútil el bloqueo. El diminuto enclave comunista se mantuvo incólume aunque su pedestal se va cayendo a pedazos. Con discreción se ha mencionado la efectividad de una mano blanca, pero es fama que el lobo feroz le dijo: “Está bien, hermano Francisco”.
México brindó un apoteósico homenaje póstumo a uno de sus más destacados artistas. Con ingenioso y chispeante humorismo, Chespirito hacía sonreír a todo el mundo. Su patria también se vistió de gloria. Un pueblo al dignificar a sus hijos ilustres se dignifica a sí mismo, porque sólo un pueblo digno es capaz de producir hijos ilustres.
El acoso retórico al Tribunal Internacional fue otra tónica dominante de este año. Bolivia y Chile se disputaron la primacía. Antes Arica y el diálogo sólo estaban a medio millar de kilómetros, ahora con La Haya se pierden en el horizonte. Nos gusta dilatar el camino para ver a más distancia lo que tanto se busca. ¡Qué diestros somos para labrar nuestra propia desventura!
En casa, la República y el Estado Plurinacional coexisten no diremos en paz, pero sin mucha beligerancia. La plaza que parecía fuerte se rindió de puro miedo al terrorismo inventado. Hoy se pasean en Santa Cruz los masistas como Pedro por su casa. Después de aquella caída, todo el territorio nacional está ocupado. Se subieron al carro de la ficción plurinacional incluso algunos de los que se les acusó públicamente de “delincuentes confesos”. Eso mide la magnitud del miedo o el ansia de “vivir bien”.
Pero lo más estupendo fue el resultado de octubre recién pasado. Al caudillo se le entregó en bandeja el recurso que precisaba para su reelección indefinida. A su solicitud expresa el “soberano” - sumiso y obediente - se lo concedió sin retaceos. A fin de cuentas, eligió lo que merece. Comparando a los políticos de ayer con los de hoy, qué tan malos siempre serían que éstos, con ser tan chambones, todavía son mejores que aquellos.
La parodia funciona. Algún yatiri nos ha embrujado a las urnas. La maratón electoral nos persigue. ¡Hasta cuándo será Bolivia el país de tontos útiles y vivos inútiles? Con tanta plata y tanto poder, sólo hubo cambio de guardia. Diez años acaso no sean nada, pero significan mucho para un país gobernado por un estadista de rango superior como fue Andrés de Santa Cruz. No tuvimos ni tendremos otro como él en bastante tiempo.
(*) El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia
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