Jueves 25 de diciembre de 2014
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Los acercamientos de países enfrentados merecen el aplauso general. Es el caso de EE.UU. y Cuba. Pero esto, a la vez, ha creado otras expectativas: ¿El acercamiento influirá en las alianzas integradas por países afectados por el derrumbe de la cotización internacional del petróleo? Hay evidencias de que esto ya aflige gravemente a Venezuela, cuyo gobierno es muy activo en la agresiva entente antiyanqui de la ALBA. El presidente Nicolás Maduro está ante una nueva y peligrosa situación, diferente a la de los tiempos de Hugo Chávez, cuando éste podía darse el lujo de “vender” petróleo a precios preferenciales para captar amigos y aliados. Cuba aún se favorece con alrededor de cien mil barriles diarios de petróleo venezolano, que paga principalmente con los servicios de miles de cooperantes cubanos en Venezuela.
No es probable que Venezuela pueda seguir con esas dádivas a cambio de apoyos sectarios. El gobierno cubano seguramente lo supo y, para evitar lo que sufrió con el derrumbe de la Unión Soviética, tomó otra opción: un arreglo con Washington que podría hacer fluir inversiones a Cuba. Por supuesto, EE.UU. también ganaría, dejando de ser el acusado cuando se trata el caso cubano, pues se atribuyen todos los males de la isla al embargo impuesto por el presidente Kennedy en 1961 y ratificado por la ley Helms – Burton en 1992.