¿El machismo y el masoquismo es un circuito sin fin?
15 dic 2014
Alex Y. Bellot Gutiérrez
De acuerdo con una orientación, se trataría de relaciones sadomasoquistas que producen vínculos hostiles en la pareja, generadores de un determinado equilibrio en la misma, lo cual tornaría difícil la modificación. Algunos autores, dentro de esta concepción, consideran que la actitud masoquista forma parte del carácter femenino, lo cual explicaría la victimización de la mujer. Es la psicodinámica del "machismo" la que conduce a la formación del supuesto carácter masoquista de la mujer, necesario para la sumisión y la subordinación pues permite que aquélla anteponga los intereses y necesidades del hombre a los propios.
El masoquismo, de acuerdo con algunas teorías psicológicas, sería una forma de defensa femenina mediante la cual, a través de la provocación del sufrimiento y del dolor, se atenuarían los sentimientos de culpabilidad de la mujer, originados como consecuencia de impulsos reprimidos y deseados. Esto explicaría la necesidad de "una golpiza" de vez en cuando, para mantener su equilibrio emocional.
El término "machismo" se refiere a dos hechos interrelacionados: por una parte, una situación social de dominio y privilegio del hombre sobre la mujer en diversos aspectos (económico, político, cultural, etc.); y por la otra, a los mitos de la superioridad del hombre en uno o más aspectos (biológico, sexual, intelectual, etc.). Esto quiere decir que "el machismo" es una situación social objetiva, y la vivencia subjetiva de tal situación aparece como natural y legítima.
A partir de un esquema diferente, diversas investigaciones establecen una relación estrecha entre la violencia que los protagonistas vivieron durante la infancia y la agresión desplegada o sufrida en la relación conyugal.
Se comprobó que las mujeres dependientes del marido son más tolerantes al maltrato que sufren por parte del hombre. Circunstancias como la dependencia económica, la existencia de hijos pequeños, el miedo a vivir sola y el estigma percibido acerca del divorcio, inciden en el sometimiento de la mujer.
Se señala, por tanto, que existe una fuerte correlación entre la conducta violenta y el severo castigo que el autor ha sufrido por parte de los progenitores. Por una parte, cuando para los padres las "palizas" constituyen una forma de educación, el niño percibe que ésta es la forma de imponerse frente a situaciones conflictivas. Por la otra, cuando el niño observa que el padre castiga a su madre, aprende un determinado modelo por imitación, y también por el resultado. Piensa que el padre prevalece a través de las agresiones corporales.
Por tanto, la violencia del hombre prevalecería en las familias donde aquél se halla en un estado inferior en relación a su cónyuge, o sea cuando no puede cumplir con su rol de sostén de la familia. De esta manera, pierde prestigio ante sus propios ojos y ante los demás. Si la mujer dispone de recursos que lo sobrepasan, para no perder su situación dominante como cabeza de familia, utiliza su último recurso (la violencia), y a través de este mecanismo intenta defender su posición tambaleante. Esto quiere decir que los hombres se ponen violentos cuando no pueden mantener su superioridad masculina. Se afirma que el potencial de violencia no se manifiesta exclusivamente del hombre hacia la mujer, sino también del fuerte hacia el débil, de un hombre hacia otro. Es decir que las estructuras sociales que contienen formas violentas repercuten en todas las relaciones humanas.
Se da pues la paradoja de que la sociedad protege al entorno íntimo del hombre y al mismo tiempo oculta los conflictos en las relaciones de vida familiar originados en la institucionalización de la desigualdad y la dependencia.
"Amor" y "violencia" no son equivalentes funcionales, pero constituirían las dos caras de una misma moneda.
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