Jueves 11 de diciembre de 2014
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La “mayoría orgullosa, excluyente, intolerante y dogmática”, característica del neopopulismo, niega que la alternancia es propia de una auténtica democracia. Esto sucede con los caudillos autoritarios de países alineados con el Socialismo del Siglo XXI. Ya lo intentó, hasta su muerte, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías, y lo sigue procurando su sucesor Nicolás Maduro. Es la misma conducta política del sandinista Daniel Ortega, que forzó una resolución de la Justicia nicaragüense para reelegirse. Y fue el intento que falló a favor del prorroguismo de la presidente argentina, con el lema de la diputada oficialista Diana Conti: “Cristina eterna”. Como dijo Francisco Olivera, “el kirchnerismo se sueña eterno”.
Se pensó que el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, no había caído en la tentación de perpetuarse en el poder. Había dicho que éste sería su último mandato. Pronto se arrepintió. Arrogante, sostuvo que “la alternancia en el poder es teoría burguesa”, y ya está impulsando la reforma de la Constitución para habilitarse nuevamente como candidato bajo la consigna: "Si el pueblo elige... ¡El pueblo reelige!”. Por supuesto, pero frecuentemente reelige bajo presión y fraude: el del neopopulismo insaciable y tramposo.