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Domingo 07 de diciembre de 2014

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Cultural El Duende

EL HABLA CULTA o lo que debiera serlo

07 dic 2014

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Cantinflada

A partir de 1940 –año de su primera película importante– se populariza en la América hispana el nombre artístico Cantinflas, del actor cómico mejicano Mario Moreno, muerto a los ochenta años en 1993.

Sobre el origen de ese nombre artístico hay varias hipótesis, ninguna convincente para un lexicólogo. Pero –como suele suceder– son los legos en la materia quienes lanzan o recogen, con seguridad digna de mejor causa, las más pintorescas hipótesis etimológicas.

Relata, por ejemplo, Carlos Monsiváis, que en cierta ocasión, cuando el actor principiante Mario Moreno se explayaba en una cháchara enredada,

“Alguien, divertido con el fluir del disparate que propicia el cómico, le grita: ¡Cuánto inflas! (¡Qué borracho estás!): la contracción: [de cuanto más inflas] tiene éxito, aparece Cantinflas y en esta materia lo verdadero es lo muy probable”. (En “Un caballero a la medida”, artículo publicado en Cambio 16; Madrid, 3 de mayo de 1993.

Si en el muy serio asunto de las etimologías “lo verdadero es lo muy probable”, como afirma Monsiváis, para algunos es igualmente probable que el apelativo Cantinflas haya resultado de la contracción de otra frase dicha en oportunidad semejante a la descrita por Monsiváis: en la cantina inflas, es decir; ‘en la cantina bebes hasta la ebriedadʼ, según se entiende en el español de Méjico.

En su última edición el Diccionario de la Real Academia Española incluye, como mejicanismo, el sustantivo masculino cantiflas referido a quien habla o actúa como el personaje identificado con dicho actor mejicano. Registra igualmente, también como mejicanismos de uso extendido a otros países de Hispanoamérica, los derivados cantinflada ‘dicho o acción propios de un cantinflasʼ, cantinflear ‘hablar o actuar en forma disparatada o incongruenteʼ y cantinflesco, adjetivo que remite a un cuarto derivado: acantinflado por último, incluye otros dos derivados que, al parecer, no se usan en Méjico: el venezolanismo cantiflérico y cantiflero como chilenismo.

En cuanto a acantinflado, aparecía ya en la edición de 1970 del Diccionario de la Academia (en el Suplemento) y, lo que es curioso, solo como chilenismo. La entrada se mantuvo así en la edición de 1984 del DRAE; en la de 1992 acantinflado aparece como uso de Chile y de Méjico.

Los nombres propios –los sobrenombres entran también en este grupo– no son en español prolíficos en derivados que, como sustantivos, enriquezcan el caudal de la lengua.

A semejanza de cantinflada se puede citar barrabasada, de Barrabás, nombre del reo indultado con preferencia sobre Jesús; quijotada, de Quijote y perogrullada de Perogrullo, nombre de un personaje popular identificado con la verdad palmaria que es superfluo repetir.

Los verbos derivados de un nombre propio, apellido o sobrenombre, como cantinflear, son todavía más escasos. Uno de ellos (que lleva también el sufijo de frecuentativo –ear) es jeremiquear o jerimiquear ‘lloriquear, gimotearʼ, del nombre del profeta Jeremías, célebre por sus lamentaciones; el verbo está restringido al uso de Andalucía y América.

Adjetivos terminados en el sufijo –esco, como cantinflesco, parecen algo más abundantes. Son ejemplos: dantesco, del nombre de Dante Aligieri; quijotesco de Quijote; quevedesco de Quevedo; donjuanesco ‘propio de un donjuánʼ, del nombre del personaje de Tirso de Molina y Zorrilla; churrigueresco de apellido Churriguera, perteneciente al creador de un estilo de ornamentación recargada en la arquitectura española del siglo XVIII; rocambolesco, de Rocambole, personaje creado por el novelista francés Ponson du Terrail.

En cuanto al adjetivo cantinflero (usado también como sustantivo, referido a personas) que es sinónimo de cantinflesco y está documentado en el habla peruana, resulta difícil hallar otros adjetivos terminados en –ero que sean derivados de nombres o sobrenombres de persona.

En el español del Perú está también documentado el derivado cantinflismo. No hay duda de que el nombre artístico del actor mejicano Mario Moreno resulta un ejemplo extremo de productividad en el campo léxico.

Plagiar

Plagiar viene del latín plagiare que en la Roma antigua significaba ‘comprar a un hombre libre, sabiendo que lo era, y retenerlo en servidumbreʼ y también ‘utilizar a un siervo ajeno como propioʼ. Plagiaria, con el sentido de ‘arrebatadora, seductoraʼ, era un epíteto de Venus, la diosa del amor.

Pero ya en la literatura latina clásica el verbo plagiare había desarrollado, paralelamente a su sentido original, una acepción figurada que se refería al robo de la propiedad intelectual. ‘copiar en lo sustancial una obra ajena y presentarla como propiaʼ. El hecho mismo era el plagium y quien lo cometía, un plagiarius.

Estos usos figurados latinos son los únicos que sobreviven en el español general referidos al plagio, al plagiario (en ciertas regiones, plagiador) y a la acción de plagiar.

Pero en algunos países de Hispanoamérica – entre ellos el Perú– plagiar ha desarrollado otras acepciones que parecen estar en la línea del significado original de plagiare en latín: plagiar se ha hecho, en esos países equivalente de secuestrar, plagio de secuestro y plagiario (o plagiador) de secuestrador desde 1992 se registra en el DRAE la acepción americana de plagiar: “apoderarse de una persona para obtener rescate por su libertad”.

Por otra parte, secuestrar es un cultismo que, en sus primeras acepciones, jurídicas, significaba ‘depositar judicialmente una alhaja en poder de un tercero hasta que se decidiera a quien pertenecíaʼ y también ‘embargar judicialmenteʼ. Más tarde tomó el sentido de “retener indebidamente a una persona para exigir dinero por su rescate, o para otros fines”, sentido que últimamente se ha extendido a “tomar por las armas el mando de un vehículo (avión, barco, etc) reteniendo a la tripulación y pasaje, a fin de exigir como rescate una suma de dinero o la concesión de ciertas reivindicaciones (DRAE 92 y 2001).

Sinónimo de secuestrar es raptar, verbo antes restringido a la acepción de “sacar a una mujer, violentamente o con engaño, de la casa y potestad de sus padres y parientes”, que ahora figura como segunda en el Diccionario de la Academia. Rapto por secuestro y raptor por secuestrador, son, igualmente, usos modernamente difundidos en la lengua general.

Martha Hildebrandt. Perú, 1925. Doctora en lingüística.

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