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Domingo 07 de diciembre de 2014

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Cultural El Duende

Platón: “Diálogos”

07 dic 2014

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La lectura de Platón es hipnótica. Tal vez con exagerado entusiasmo, alguien dijo que la filosofía occidental es un comentario a Platón, cuyo verdadero nombre era Arístocles (Platón significa “ancho de espaldas”). Algo de verdad hay. Platón (428-348 a.C.) es un poeta sin igual, un intelectual alarmante y un místico convencido. La belleza de su estilo y la profundidad de su pensamiento cautivaron a generaciones enteras hasta hoy. De noble alcurnia, detestó la democracia.

Platón define al filósofo de maneras diferentes en distintos escritos. En el “Fedón” ha derrotado a los instintos, vive para el espíritu y no teme a la muerte porque el cuerpo es un traje putrescible. En el “Teeteto” es torpe, poco sociable y vive retirado del mundo. En “La República” es jefe de las Polis, y en “Leyes”, un inquisidor que, para salvar el alma de los ciudadanos, impone la creencia en los dioses.

En cuanto a sus ideas filosóficas, nadie puede explicar la doctrina de Platón en treinta líneas y menos yo, que no soy filósofo. Estas son pinceladas. Baste decir que su mundo interno se vierte en una serie de “diálogos” donde aparece la figura del irónico Sócrates, que rechaza la opinión común (doxa) y busca el conocimiento (épistéme) a través de su particular sistema, la mayéutica, que consiste en desestabilizar al interlocutor. La ironía de Sócrates es una especie de ardid, un engaño, un procedimiento muy fino que aparenta ignorancia, adula al interlocutor y poco a poco lo lleva al terreno propio, donde procede a su sistemática demolición con preguntas que parecen inocentes. Caído en la trampa, el participante se contradice y sucumbe.

La lectura de Platón es imprescindible y amena. Sus ideas no eran nada democráticas y se oponían a las de los atenienses de la época. Profesaba un concepto aristocrático y desdeñoso, calificativos que pocos aceptan, seducidos por la belleza de sus escritos y su extraordinario talento narrativo. Karl Popper lo denuncia con vigor en un libro memorable. (La sociedad abierta y sus enemigos). Chesterton –para quien la democracia es el gobierno de los que no tienen educación– habría coincidido con él. (Pero la aristocracia, agrega el mismo Chesterton, es el gobierno de los mal educados).

Popper sostiene que para Platón los hombres son desiguales y constituyen una especie de “ganado” que debe ser guiado por “los que saben”, idea que barre de un plumazo con toda aspiración democrática porque “nadie sabe”, solo “cree saber” y creer no es saber. Mientras los sofistas “confiaban en la capacidad de cualquier ser humano, las sociedades platónicas parten de la suspicacia, de la desconfianza en el individuo. Pero es tema para largo… no por nada los demócratas de Atenas mataron a Sócrates. Según I. F. Stone (The Trial of Socrates- Doubleday- 1989) los sofistas no eran malos tipos, el tramposo era Sócrates.

Dejando de lado la utopía política, el gozne capital de la obra de Platón es la teoría de las ideas o formas. Influido por Sócrates, Platón creía posible alcanzar el conocimiento, que debía contar con dos atributos esenciales: a) ser certero e infalible y b) tener como objeto lo real, en contraste con lo aparente. Lo real debe ser fijo, permanente e inmutable. Platón lo identificó con la esfera ideal de la existencia por oposición al mundo físico del devenir. Una consecuencia de este postulado es que todo conocimiento (o saber) derivado de la experiencia tiene un grado de probabilidad, sin ser cierto o necesariamente verídico (o “real”). Es más, los objetos de la experiencia son fenómenos cambiantes del mundo físico y ajenos al conocimiento o episteme.

Simplifiquemos: Platón quiere demostrar que dos individuos con atributos iguales –por ejemplo dos perros– son solo apariencias de un arquetipo eterno y real, creado por Dios. Muy brevemente: yo tengo cuatro perros (uno de los cuales, un cachorro San Bernardo, se llama Platón y se come mis libros) y, aunque cada uno de ellos es un individuo particular, los cuatro participan de una naturaleza en común. Pero, si “perro” es distinto a mi perro específico, es porque existe una perrunidad arquetípica perfecta. Aunque acerca de mis cuatro perros puedo tener una opinión, para aproximarme a la perrunidad ideal necesito llegar al conocimiento, que nadie, por lo demás, puede alcanzar. Difiero, pues Platón afirma que mi perro, a pesar de destrozar libros reales, no es real, sino un fantasma que devora carísimas apariencias librescas. Una foto de mi perro es una copia de una copia, tesis que el obispo Berkeley defenderá con ahínco y lucidez. Una exposición clara de la doctrina se halla en el Libro X de La República, obra que nos permite analizar el sistema de gobierno preconizado por Platón, quien legitima el infanticidio para controlar el crecimiento demográfico y cree en la inmortalidad y la metempsicosis o trasmigración de las almas, calificada por Quevedo de “bobería bestial” y de “locuras de bruto”. En la Edad Media los filósofos escolásticos bregaron hasta el crimen, defendiendo el “realismo” de los arquetipos ideales. Sus opositores fueron los “nominalistas”, ya lo veremos.

No es posible explorar las honduras del pensamiento platónico de buenas a primeras, sobre todo si no se tiene formación filosófica. Aquí me limitaré a sugerir un orden de lectura aclarando que el filósofo fue un educador político y psicológico. Así, siguiendo la estructura de las obras de teatro de entonces compuso tetralogías. Siete en total, que abarcan 28 diálogos cuyo hilo conductor es una idea educativa formal. El orden propuesto por los eruditos para leer estas tetralogías es el siguiente:

Primera:Alcibíades –Lysis – Laques – Cármides

Segunda: Protágoras – Hipias Mayor – Gorgias – Hipias Menor

Tercera: Menón –Eutifrón – Apología – Critón

Cuarta: Banquete – Fedra – República –Fedón

Quinta: Cratilo – Ion – Eutidemo – Menexeno

Sexta: Parménides –Teeteto – Sofista – Político

Séptima: Filebo – Timeo – Critias – Leyes

Cada tetralogía estudia un tema completo y diferente. La primera inquiere qué es el hombre; la segunda habla de la representación; la tercera busca la opinión verdadera; la cuarta analiza el alma o psyché, la quinta, el discurso, la sexta la dialéctica y la ciencia, la séptima busca el lugar del hombre en la naturaleza.

Cruciales son los siguientes diálogos si no tienes tiempo ni ganas de leer las tetralogías completas:

Apología, donde Sócrates se defiende de los cargos de atetísmo y corrupción de la juventud. Su defensa fracasó y tomó la cicuta el año 399 a.C. 2) Fedón, donde Sócrates habla de la inmortalidad del alma. En este diálogo Platón anota, “Platón, creo, estaba enfermo”. Quizá el diálogo sea ficción y Platón describa sus anhelos personales. 3) Protágoras, tal vez el más brillante. 4) Menón. 5) El Banquete, donde Sócrates y unos amigos estudian el amor. Creo que leería La República al final, pero eso depende de cada uno. No sé qué pensarás, pero Platón parece haber sido el primer “ingeniero social” de la historia. Su idea de un gobierno de intelectuales fue adoptada por los pensadores racionalistas del siglo diecinueve y aplicada en el siglo veinte por los socialismos reales, sin demasiado éxito dada nuestra naturaleza y realidad. En la práctica, el Estado-Providencia termina regresando a los vicios de la monarquía. También podrías leer los mitos de La República, en particular el de la caverna. Platón entendió el vigor del mito y, cuando quiso ser pedagógico lo fue en extremo y no recurrió a la poesía didáctica, como Hesíodo o Bertolt Brecht, sino al mito (alguien dijo que los sueños son mitos privados, craso error), desatendido cimiento de la razón.

Hay versiones castellanas, innumerables, de los diálogos de Platón. También son incontables los libros de comentaristas; tengo varios, y uno, Pour lire Platon, es mucho más complicado que leer al propio Platón. Recomiendo con énfasis La ética de Sócrates, de Alfonso Gómez-Lobo, editado en castellano en 1999.

Pierre Jacomet. Chile, 1933 -2009. Escritor, traductor,

filósofo y músico.

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