El incumplimiento de disposiciones vigentes, el desconocimiento de normas y la intencionalidad de saltar regulaciones se convierten en un pretexto propicio para cometer actos reñidos con la moral y la ética y que se convierten en una clara muestra de corrupción.
Hay quienes observan el caso y manejan esa analogía de que “en casa del jabonero, el que no cae resbala” y no deja de ser casi cierta tal apreciación cuando se hace el recuento de hechos de corruptela que se denuncian o se descubren en altos niveles de la administración pública, en mandos medios de la misma y en toda suerte de instituciones, donde de algún modo se cumplen o se realizan tareas de servicio a la comunidad.
Los hechos configuran una situación de clara afectación a los intereses de la gente común, del ciudadano de a pie o de individuos que son sorprendidos por las tretas de funcionarios irresponsables que trabajan sacándole el jugo por doble partida al cargo que desempeñan.
Hay todo tipo de actos irregulares en las diversas instancias en que se desenvuelven las actividades cotidianas. Efectuar trámites administrativos, acercarse a oficinas públicas de cualquier nivel, pretender efectuar compras con algunas ventajas y pagar o cobrar por servicios, pero eludiendo normas vigentes, son instancias en las que afloran las propuestas y los hechos de corrupción.
De lo dicho, surge ese hecho claramente tipificado como de complicidad en los actos de corrupción, pues no sólo comete delito el que cobra indebidamente, sino también el que paga irregularmente, el que da y el que recibe, son parte de una espiral que en muchas dependencias es “pan del día”.
Muchas denuncias son planteadas en diversos niveles de las propias entidades del Estado, otras van directamente a las autoridades judiciales y de todas algunas pasan a los medios de comunicación y trascienden al ámbito público que es cuando se conoce a los infractores, aunque no siempre – y hay que decirlo – todos los denunciados son realmente culpables, pues el argumento de la corrupción es motivo utilitario de mala fe que resulta la forma malvada y ruin de dañar la imagen de personas.
Por lo demás la corrupción está en el mal uso de recursos públicos, en el poco control que se ejerce en el cumplimiento de obras, en dejar de ver u oír todas las calamidades que denuncian los vecinos al no ser atendidos adecuada y oportunamente en sus necesidades, también es parte de corrupción el incumplimiento a deberes formales, al trabajo responsable que deben cumplir los funcionarios públicos, especialmente aquellos elegidos por el pueblo para dar su tiempo y esfuerzo en la solución de problemas.
El proceso para establecer los casos de corrupción pasa por un largo rosario de exigencias que plantean otras autoridades, pidiendo pruebas que de manera general son imposibles de presentar por circunstancias obvias, salvo algunos casos en que fotografías o grabaciones pueden dar indicios, pero que tampoco se valoran legalmente para fines sancionatorios.
Otro aspecto que frena el avance de muchos casos de corrupción es el que emerge de la prudencia del ciudadano que carece de poderes y que más bien debe pensar dos veces para insistir en denuncias, tomando en cuenta que quien comete delitos y tiene la capacidad de violar las normas es un sujeto que fácilmente puede tomar revancha contra un denunciante. El caso queda en el limbo de la justicia por falta de pruebas, la corrupción no da factura.
Fuente: LA PATRIA
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