De acuerdo a las circunstancias actuales en que se encuentran las relaciones diplomáticas entre nuestro país y Chile, parecería que no ha sido tomada en cuenta por los vecinos, la extremada tolerancia y comprensión que practicamos para no entorpecer un proceso que debe seguir su curso en la Corte de Justicia Internacional en La Haya, para “encaminar” la atención de los políticos trasandinos en torno a la centenaria demanda boliviana, para recuperar su acceso soberano a las costas del Pacífico que le fueron usurpadas con una invasión militar en 1879.
Si bien los hechos históricos no pueden cambiar a capricho o interés de alguna parte en conflicto, como pretende hacerlo Chile al mencionar un Tratado vigente, es bueno recordar que con la alevosa incursión se nos despojó de 400 kilómetros de Litoral y más de 120 mil kilómetros cuadrados de territorio, que bajo presión de invasores y aliados diplomáticos se arregló con la firma del Tratado de 1904, que en realidad entonces y ahora muestra que beneficia a los intereses de los agresores. Así lo reflejan los historiadores bolivianos y lo reconocen los estrategas de La Moneda.
Sin embargo de esas posiciones de la diplomacia chilena, en respuesta a la acción boliviana de plantear en la Corte de La Haya la búsqueda de una amigable solución al diferendo, Chile excluye toda posibilidad de tratamiento del “tema marítimo” en cualquier agenda de diálogo. En cambio Bolivia ha insistido y lo sigue haciendo, avanzar amistosamente a través del diálogo y retomar el tratamiento de la “Agenda de 13 puntos” que se estableció en la primera gestión de la Presidente Bachelet, tomando en cuenta el reclamo prioritario de Bolivia para recuperar su acceso soberano al Pacífico.
El reencuentro de mandatarios no se produce y por lo menos no se avizora alguna posibilidad de que eso suceda debido principalmente a la conservadora y radicalizada posición de la diplomacia chilena, por lo mismo el curso de las gestiones persistirán aún reiterando que para Bolivia el diálogo no ha sido descartado.
En ese proceso de hechos hay significativas muestras de tolerancia por parte de nuestro Gobierno, por ejemplo se espera con paciencia desmedida y mucha comprensión que el Gobierno de Chile considere de una vez el pago de la millonaria deuda que tiene con Bolivia por el uso indiscriminado de las aguas del Silala, asunto que tiene reconocimiento chileno y hasta un compromiso de pagar el 50 % del uso del elemento líquido que abastece al norte de ese país.
Está pendiente también el compromiso de “retirar todas las minas” que fueron “sembradas” en territorio de Chile fronterizo con Bolivia, hecho que ha causado muchas víctimas y que aún en el presente constituye un peligro latente para los pobladores de comunidades asentadas en las proximidades de un sitio minado contraviniendo tratados de respeto a la dignidad y seguridad de las personas.
No es todo, desde territorio chileno se permite el tránsito de vehículos de alto tonelaje con mercadería de contrabando y se venden vehículos de toda marca y año que igualmente pasan a Bolivia ocasionando graves distorsiones y problemas en la economía nacional. Recientemente se habla de un acuerdo entre aduanas, pero el daño que ocasiona esa disimulada permisibilidad, suma millones de dólares que no ingresan a la economía boliviana.
Sin embargo y tolerancia de por medio, permitimos que los mercados de abasto estén saturados con productos chilenos, especialmente frutas cuyas ventas generan utilidades para comerciantes chilenos. Todo está en entender nuestra extremada tolerancia.
Fuente: LA PATRIA
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