“De las lunas, la de octubre es la más hermosa”, decía Pedro Infante en una linda canción. Por azar, en Bolivia, esa espléndida luna está siendo transformada en otra cosa, hasta le han puesto color al mes: “octubre negro”. A varios se los pinta con el mismo tinte. Y el último no fue diferente: el “soberano” marcó la ruta hacia una oscura incógnita del futuro.
Hay la sospecha de que se asocia con lo que un psiquiatra llamaría la acción lunática de las masas. Sí, fue realmente una locura. A ojos vistas, con serenidad y aplomo de un tahúr, le jugaron al país con dados cargados y, obviamente, ganó el diestro. Ganó como quería ganar, por goleada. Debido a la ausencia de un verdadero rival en la cancha, aquello fue virtualmente unwalkover. El walkover “democrático” contra la democracia.
Aun así o tal vez precisamente por eso, valdría la pena estudiarlo. A los politólogos, los sociólogos y ramas afines les correspondería decir, con conocimiento de causa, qué es lo que ha pasado; por qué ese apoyo sumiso del electorado nacional a la intencionalidad explícita de una ambición. Esta nota es sólo un apunte rápido como de cualquier ciudadano de a pie. No somos “logos” en nada; más bien legos en muchas cosas.
Entre tanto, el mismo afán sigue. Aún había “polvareda” de la anterior, y ya tenemos otra elección a la vista. ¡Qué diantre!. Parece que estuviéramos embrujados para no salir nunca de esa comedia. Por lo visto, sólo vivimos, los ciudadanos, para votar, y los otros para ganar. El pueblo tiene la misión ingenua de apoyar a los oficialistas para que se den el gusto de “vivir bien”.
Después del último octubre, existe la vía expedita para todo. Por lo que a nadie debe extrañar que el jefazo se ocupe de elegir personalmente a los candidatos; se lo ve hacer eso como la cosa más natural del mundo. Aquí no vale aquello de zapatero a tus zapatos, como reza el refrán. La política es campo de nadie. De ahí que “los nadies” ocupen la maraña burocrática del Estado, aunque no sepan leer ni escribir.
Dóciles y serviles, acatan como en el cuartel militar: “es su orden mi general”. La decisión es irrevocable, aunque algunos favorecidos sean candidatos chutos, como los que mencionaba el más perdidoso de los “sin miedo”. Si no hay militantes afiliados, “nombren a cualquiera; la cosa es ganar”. En otras palabras, la consigna es aplicar la fórmula neoliberal: “no importa de qué color sea el gato, sino que sepa cazar ratones”.
Y los que han decidido solidarizarse nuevamente con el oficialismo, sólo recogerán las migajas que con desprecio dejan caer de su mesa los magnates de la hora. Los unos igual que los otros se mueven y se agitan como larvas en aguas estancadas; tal le parecía la conducta de los candidatos en su tiempo al autor de Pueblo enfermo (Alcides Arguedas). En la política se reeditan las costumbres. ¿Quién dice que vivimos en el siglo XXI?
El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia.
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