El ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Heraldo Muñoz, ha publicado un artículo en el prestigioso rotativo español "El País", periódico que goza de importante gravitación a nivel internacional. Dicho artículo está referido a la demanda que Bolivia ha incoado ante la Corte Internacional de Justicia, sobre obligación de Chile de negociar con Bolivia y llegar a un acuerdo que otorgue acceso totalmente soberano al océano Pacífico a éste país.
Existe un punto capital, de trascendental importancia en el referido artículo que ha trazado el canciller chileno. A saber, en uno de sus párrafos, expresa: "Hay un asunto adicional. Cada vez que Chile, en el marco de negociaciones políticas, formuló propuestas para satisfacer la aspiración marítima boliviana, las conversaciones fracasaron por causas ajenas a la voluntad de Chile, la mayoría imputables a la política interna de Bolivia".
He ahí un aspecto que merece profunda consideración por parte, principalmente, de nosotros los bolivianos. Debemos tener siempre presente el hecho de que, en el curso de nuestras atribuladas relaciones diplomáticas con Chile, cual sino inexorable, ha estado presente, del lado boliviano, la aventura, en veces desplegada con nobles fines, otras sin ese alto atributo. Así, verbigracia, díjose ya y por persona autorizada -Jorge Siles-, que Bolivia había retardado su crecimiento respecto de Chile, debido a la ausencia de institucionalidad política correctamente aprehendida en el país.
Baste recordar, ya en los momentos en que de tratar con Chile se trataba, los conflictos desatados merced al cuestionable sexenio o sea el mandato de Mariano Melgarejo, durante el cual se registraron concesiones "graciosas" a ciudadanos chilenos sobre yacimientos salitreros o guaneros en el litoral de Bolivia y su posterior anulación o intento de anulación al ser derrocado el régimen de fuerza, con el argumento de que la Patria no reconocía los actos ejercidos por la usurpación -la de Melgarejo-, declaración solemne efectuada por Ley de la República.
Chile, hermana entrañable, que ciertamente ha mostrado su interés por el bienestar de Bolivia más allá de los consabidos pasajes amargos, ha dejado en claro siempre, incluso en los momentos de la guerra, las causas que la unían a Bolivia. Una de éstas era la forma republicana de sus gobiernos o instituciones. Otra, el respeto y admiración que profesó y declaró por la Nación Boliviana. Estas causas de unión, en virtud de las cuales Chile estuvo dispuesto a tratar con Bolivia y en efecto trató, en momentos bélicos inclusive, con el fin de que Bolivia no quede sin mar, hoy están ciertamente desmedradas por el Estado Plurinacional.
Hoy, la irregularidad mayor en el ejercicio de un tercer mandato consecutivo por parte del Presidente y Vicepresidente del Estado, manifiestamente contrario a la Constitución, constituye un grave golpe que se contunde en la nuca de Bolivia, precisamente en un momento crucial en cuanto a la relación con Chile. Más allá de que el anterior canciller chileno, Alfredo Moreno, haya observado ese aspecto de la alternabilidad en el ejercicio del Gobierno, Chile ha mostrado, como tenemos expuesto, la importancia que tiene para ella como Nación, el respeto al bien supremo de la institucionalidad política, imposible de concebir sin el respeto a la Constitución.
Por lo demás, se está viendo hoy el desistimiento radical que el país vecino ha hecho de tratar siquiera, en negociaciones directas, el tema de la soberanía de Bolivia en el océano Pacífico, tratamiento que no obstante, había tenido a bien efectuar en el pasado y con harto promisorios resultados.
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