En España hay más de 8 millones de personas mayores de 65 años. Representan el 18 % de la población y su esperanza de vida se sitúa cerca de los 83 años, la tercera más alta de Europa sólo por detrás de Suecia y Francia. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, hay más de 1,8 millones de hogares en los que vive una persona mayor de 65 años sola.
Debido a su elevado número, los mayores son un elemento clave en las economías modernas, pero simples datos y porcentajes a la vista de la mayoría, porque tanto su esperanza de vida como su estado de salud son fundamentales para cuadrar presupuestos de pensiones, sanidad, dependencia… Representan la preocupación por lo inmediato y lo cuantitativo y se olvidan aspectos como el cariño y las atenciones que este grupo de edad requiere o las condiciones en las que vive.
La imagen de persona mayor que nos está imponiendo la sociedad de consumo se aleja de la realidad. No siempre es esa edad dorada de la jubilación la ideal para viajar, cultivar aficiones hasta entonces aparcadas por la vida laboral, atender a los nietos y disfrutar de las comodidades y el ocio… Cada vez hay más personas mayores porque la esperanza de vida aumenta, pero también lo hace el número de los que viven solos, necesitan ayuda y no salen de casa por miedo a una caída, a un robo o a no saber regresar. Son las personas más olvidadas por la sociedad y para las que los achaques no son el problema, sino que la pesadilla es la soledad, que puede acabar convirtiéndose en enfermedad.
La vejez solitaria es un problema cada vez más habitual y, actualmente, según Cruz Roja, una de cada tres personas mayores de 65 años necesita algún tipo de ayuda para desarrollar su vida. Esta proporción aumenta con la edad, y así, entre los 75 y los 84 años son dos de cada cinco personas las que necesitan ayuda, y con edades superiores son tres de cada cuatro.
Esta actividad de acompañamiento y cuidado es una labor que desarrollan de manera altruista familiares cercanos, en la mayoría de los casos, o voluntarios de distintas ONG. Su labor es imprescindible para el desarrollo de la vida diaria de los mayores, ya que va mucho más allá de las actividades básicas como el aseo, el vestido o la comida, sino que también se hacen cargo de las instrumentales (toma de medicamentos, atención del teléfono, compra, paseos, lectura…)
El responsable del Programa de Personas Mayores de Cruz Roja Española, Joaquín Pérez, puntualiza que “el 80 % de los que cuidan a mayores son mujeres -hijas, cónyuges o nueras-, de una edad superior a los 50 años y que realizan esta labor a diario, teniendo que compartir piso con el familiar mayor y que carecen de ocupación remunerada y tampoco reciben ayuda de otras personas”.
Pero la atención a estas personas por parte de los familiares no siempre es posible. Por un lado, el ritmo de vida laboral de los hijos impide dedicar el tiempo suficiente a atender a sus progenitores y, por otro, la profunda crisis no sólo ha obligado a muchas familias a depender económicamente de sus mayores e incluso a trasladarse a vivir con ellos, sino que los ha sumido en el umbral de pobreza al no llegar a los 600 euros mensuales de ingresos por la congelación de las pensiones y la paralización de las ayudas a la dependencia.
El sociólogo José de las Heras define la situación actual como “cruel, porque nuestra sociedad es muy rigurosa y va segregando a las personas que no considera activas. Los mayores viven solos porque no les quieren otros. Si la familia tuviera unos valores más consolidados formarían parte de la comunidad familiar”.
Que los mayores vivan más años y en mejores condiciones es, en definitiva, un gran progreso, pero en nuestra sociedad tiene unas consecuencias relacionadas más con la falta de atención que con la ausencia de servicios, así que es nuestra responsabilidad revertir esta situación para mejorarla y tratar y atender a los mayores con el cariño que merecen y necesitan para sentirse vivos y útiles.
Periodista
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