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Domingo 23 de noviembre de 2014

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Cultural El Duende

Luis de Góngora y Argote

23 nov 2014

Luis de Góngora y Argote (Córdoba, 11 de julio de 1561-ibídem, 23 de mayo de 1627) 65 años fue un poeta y dramaturgo español del Siglo de Oro, máximo exponente de la corriente literaria conocida, más tarde y con simplificación perpetuada a lo largo de siglos, como culteranismo o gongorismo, cuya obra será imitada tanto en su siglo como en los siglos posteriores en Europa y América. Como si se tratara de un clásico latino, sus obras fueron objeto de exégesis ya en su misma época.

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[A don Francisco de Quevedo]

Anacreonte español, no hay quien os tope,

que no diga con mucha cortesía,

que ya que vuestros pies son de elegía,

que vuestras suavidades son de arrope.

¿No imitaréis al terenciano Lope,

que al de Beleforonte cada día

sobre zuecos de cómica poesía

se calza espuelas, y le da un galope?

Con cuidado especial vuestros antojos

dicen que quieren traducir al griego,

no habiéndolo mirado vuestros ojos.

Prestádselos un rato a mi ojo ciego,

porque a luz saque ciertos versos flojos,

y entenderéis cualquier greguesco luego.

[No destrozada nave en roca dura ]

No destrozada nave en roca dura

tocó la playa más arrepentida,

ni pajarillo de la red tendida

voló más temeroso a la espesura,

bella ninfa, la planta mal segura,

no tan alborotada ni afligida,

hurto de verde prado, que escondida

víbora regalaba en su verdura,

como yo, amor, la condición airada,

las rubias trenzas y la vista bella

huyendo voy, con pie ya desatado,

de mi enemiga en vano celebrada.

Adiós, ninfa cruel; quedaos con ella,

dura roca, red de oro, alegre prado.

[A una dama muy blanca, vestida de verde]

Cisne gentil, después que crespo el vado

dejó, y de espuma a la agua encanecida,

que al rubio sol la pluma humedecida

sacude de las juncias abrigado:

copos de blanca nieve en verde prado,

azucena entre murtas escondida,

cuajada leche en juncos exprimida,

diamante entre esmeraldas engastado,

no tienen que preciarse de blancura

después que nos mostró su airoso brío

la blanca Leda en verde vestidura.

Fue tal, que templó su aire el fuego mío,

y dio, con su vestido y su hermosura,

verdor al campo, claridad al río.

[En el cristal de tu divina mano]

En el cristal de tu divina mano

de Amor bebí el dulcísimo veneno,

néctar ardiente que me abrasa el seno,

y templar con la ausencia pensé en vano;

tal, Claudia bella, del rapaz tirano

es arpón de oro tu mirar sereno,

que cuanto más ausente del, más peno

de sus golpes el pecho menos sano.

Tus cadenas al pie, lloro al ruido

de un eslabón y otro mi destierro,

más desviado, pero más perdido.

¿Cuándo será aquel día que por yerro,

oh serafín, desates, bien nacido,

con manos de cristal nudos de hierro?

[En la capilla estoy y condenado]

En la capilla estoy y condenado

a partir sin remedio de esta vida:

siendo la causa aún más que la partida,

por hambre expulso como sitiado.

Culpa sin duda es ser un desdichado

mayor de condición ser encogida;

de ellas me acuso en esta despedida,

y partiré a lo menos confesado.

Examiné mi suerte al hierro agudo,

que a pesar de sus filos me prometo

alta piedad de vuestra excelsa mano.

Ya que el encogimiento ha sido mudo,

los números, Señor, de este soneto

lenguas sean, y lágrimas no en vano.

[En el sepulcro de la Duquesa de Lerma]

¡Ayer deidad humana, hoy poca tierra;

aras ayer, hoy túmulo, ¡oh mortales!

Plumas, aunque de águilas reales

plumas son, quien lo ignora mucho hierra.

Los hueso que hoy este sepulcro encierra,

a no estar entre aromas orientales

mortales señas dieran de mortales;

la razón abra lo que el mármol cierra.

La Fénix que ayer Lerma, fue su Arabia

es hoy entre cenizas un gusano

y de conciencia a la persona sabia.

Si una urca se traga el Océano,

¿qué espera un bajel luces en la gabia?

Tome tierra, que es tierra el ser humano.

Para tus amigos: