Sábado 22 de noviembre de 2014

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Las mafias capturaron el Estado mexicano desde hace décadas, cuando el poder político dejó pasar o, incluso, cobijó a la corrupción de los funcionarios, muchos de ellos policías, con el objetivo de perpetuarse en la cima.
No es posible combatir la delincuencia si sus estructuras están ramificadas en los diferentes niveles de gobierno y, sobre todo, en los organismos de control y en el aparato que debería investigarla y preparar la información para su sanción en los estrados judiciales independientes y profesionales.
La famosa serie televisiva “Los Intocables” no sólo era intensa por sus personajes, sino que revelaba cómo Al Capone tenía sometidos a comisarios y jueces, por dinero o por amenazas. Por ello fue necesaria la intervención del grupo de élite de los “federales” para alejarlos del “cañonazo de 100 millones” y de ser rehenes de El Padrino. Aunque se comenta que el carismático Eliot Ness terminó alcohólico, la captura del “capo di cappi” permitió recuperar el dominio del estado en Chicago.
Un ejemplo más cercano y dramático está en Colombia de los años 80, cuando Pablo Escobar y los carteles de tráfico de drogas de Medellín y de Bogotá sometieron al conjunto de la sociedad a sus negocios y a su poder económico, corruptor y asesino.