Domingo 07 de marzo de 2010
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Este año como ningún otro hemos comenzado con accidentes de tránsito, con terremotos, con Tsunamis con invasión de vampiros en Tarija y otro tipo de calamidades que nos han mostrado cuán vulnerables somos. A raíz de los frecuentes accidentes de tránsito provocados por la beodez de los conductores de vehículos motorizados, el gobierno con alguna precipitación dictó un Decreto Supremo sancionando a los conductores ebrios con la pérdida definitiva de su licencia de conductor, es decir el decreto en cuestión determinaba la muerte civil del beodo que conducía un motorizado.
Al respecto nadie puede negar la necesidad de sancionar drásticamente a los irresponsables que por un vicio o su “cultura” provocaron la muerte de sus pasajeros.
Sin embargo las leyes draconianas no pueden darse sin un previo análisis de este problema, comenzando por reconocer que los choferes no son seres humanos perfectos, lo que tendría que derivar en sanciones progresivas de manera que los conductores tomen consciencia de sus actos y modifiquen sus perniciosas costumbres, de ahí que la opinión pública estime necesaria una revisión del decreto que comentamos: una primera vez, multa de 3.000 bolivianos, una segunda, suspensión de su licencia de conducir por un año y una tercera vez suspensión DEFINITIVA DE SU LICENCIA DE CONDUCIR.
