Sábado 15 de noviembre de 2014
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Algunos principios permiten convertir el voluntariado en una fuente de crecimiento personal mientras se busca la justicia social y se colabora con personas en situaciones dramáticas.
El voluntario viene a disfrutar con la ayuda a los demás. Pero el cuidado por el detalle, la excelencia en la calidad son exigencias inexcusables del voluntariado, regido por el principio de la obra bien hecha.
El voluntario ha de asegurarse de que cuentan con él o con ella a la hora de colaborar en la elaboración, diseño, ejecución y evaluación de los proyectos.
La formación sin servicio puede ser tan estéril como la acción sin la formación adecuada. La improvisación, la rutina, la falta de seriedad y de cumplimiento de los compromisos pueden hacer un daño irreparable.
Si el voluntario no está contento con el proyecto al que está asignado, conviene que hable con los responsables para encontrar la manera de que se sienta más útil en otra actividad. Debe desconfiar de la tentación de cambiar de servicio “para conocer otros campos o para formarse mejor”: los marginados y los beneficiarios de nuestro servicio jamás podrán ser objeto ni instrumento para ningún fin, por excelso que sea, porque ellos son un fin en sí mismos y sujeto de la relación que se establezca.