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Domingo 09 de noviembre de 2014

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Cultural El Duende

Un precioso regalo

09 nov 2014

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Jakobson le ha regalado a la literatura algo precioso: le ha dado lingüística. Bien es verdad que la Literatura o ha tenido que esperar a Jakobson para saber que es Lenguaje: testimonio de ello es toda la Retórica clásica, hasta Valéry, pero desde el mismo momento en que se pretendió hacer una ciencia del lenguaje (primero bajo la forma de una lingüística histórica y comparativa de las lenguas), esta ciencia se desinteresó curiosamente de los efectos de sentido, sucumbiendo también, en ese siglo positivista (el XIX), al tabú de los campos acotados: por un lado la Ciencia, la Razón, el Hecho; por el otro, el Arte, la Sensibilidad, la Impresión. Jakobson, desde joven, ha estado interesado en arreglar esta situación: porque es un lingüista que ha tenido a gala seguir siendo siempre un gran aficionado a la poesía, la pintura, el cine, porque, en el seno de su investigación científica, nunca ha censurado sus placeres de hombre cultivado, y ha sentido que el verdadero hecho científico de la modernidad no era el hecho, sino la relación. En los comienzos de la lingüística generalizada que él deseó, tuvo un gesto decisivo de apertura de las clasificaciones, de las castas, de las disciplinas: estas palabras han perdido con él su talante separatista, penal, racista; ya no hay propietarios (de la Literatura, de la Lingüística), los perros guardianes han sido reducidos a su caseta.

Jakobson ha investido la Literatura de tres maneras. En primer lugar ha creado dentro de la propia lingüística un departamento especial, la Poética, y no ha definido este sector (ahí reside la novedad de su trabajo, su aportación histórica) a partir de la Literatura (como si la Poética dependiera siempre de lo “poético” o de la “poesía”), sino partir del análisis de las funciones del lenguaje; toda enunciación que haga hincapié en la forma del mensaje es poética; de esa manera, él ha podido llegar, a partir de una posición lingüística, a las formas vitales (y a menudo las más emancipadas) de la Literatura: el derecho a la ambigüedad de los sentidos, el sistema de las sustituciones, el código de las figuras (metáfora y metonimia).

En segundo lugar, y con más energía aún que Saussure ha abogado en favor de una pansemiótica, de una ciencia generalizada (y no solo general) de los signos; pero también aquí su posición es de vanguardia en dos sentidos: pues, por una parte, en esa ciencia concede al lenguaje articulado un lugar preeminente (él sabe perfectamente que el lenguaje está en todas partes, y no simplemente al lado) y por otra parte, adjudica a la semiótica inmediatamente los dominios del Arte y la Literatura, postulando así la vez que la semiología es la ciencia de la significación, y no de la simple comunicación (de esta manera aparta la lingüística de cualquier riesgo de enfoque o utilización tecnocrático).

Por último, su propia lingüística prepara admirablemente para lo que podemos pensar del Texto: para saber que el sentido de un signo no es, de hecho, sino su traducción a oro signo, lo cual es definir el sentido, no como un significado último, sino como otro, nivel significante; para saber, también, que el lenguaje más común conlleva un número importante de enunciados metalingüísticos, lo que atestigua la necesidad del hombre de pensar en su lenguaje en el mismo momento en que habla: actividad capital que la Literatura se limita a llevar a su grado de incandescencia más elevado.

El mismo estilo de su pensamiento, brillante, generoso, irónico, expansivo, cosmopolita, móvil y que podríamos calificar de terriblemente inteligente, predisponía a Jacobson a esa función histórica de apertura, de abolición de la propiedad disciplinar. Sin duda hay otro estilo posible, que se basa a la vez sobre una cultura más histórica y sobre una noción más filosófica del sujeto hablante: estoy pensando en la obra inolvidable (y, no obstante, me temo que un poco olvidada) de Benveniste, que nunca debemos disociar (y Jakobson estaría de acuerdo en ello) de cualquier homenaje al papel decisivo de la Lingüística en el nacimiento de esa otra cosa que nuestro siglo prepara. En cuanto a Jakobson, por medio de todas las nuevas e irreversibles propuestas de que está tejida su obra cincuentenaria, es, para nosotros, ese agente histórico que, con un solo golpe de su inteligencia, hace que se hundan definitivamente en el pasado algunas cosas respetabilísimas en que nos basábamos: convierte el prejuicio en anacronismo. Todo su trabajo nos recuerda que “todos nosotros hemos comprendido que un lingüista sordo para la función poética, al igual que un especialista de la literatura indiferente a los problemas e ignorante de los métodos lingüísticos, son, de ahora en adelante, flagrantes anacronismos”.

Roland Barthes (1915 – 1980). Crítico literario, semiólogo y escritor francés

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