Lunes 03 de noviembre de 2014
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Es indudable que la tecnología ha alcanzado parámetros casi inimaginables. Por ejemplo, en medicina, permite intervenciones quirúrgicas que sólo una década atrás habrían sido casi imposibles de practicarlas. En fin, en todos los campos, el adelanto tecnológico va superando día a día las barreras que fueron consideradas infranqueables.
Pero ¿quién logra que la tecnología supere a la tecnología? ¿Quién posee la virtud de manipular aparatos que a veces requieren de una capacidad supranormal? ¿Cuál es el ser capaz de conseguir logros a favor de su especie, así como inventar lo incomprensible para destruirla? Indudablemente: El Hombre.
El Hombre, ese ser incomprensible, capaz de donar un órgano de su cuerpo a favor de su semejante, así como buscar los órganos vitales e introducir el puñal asesino, el ser que se conmueve del maltrato a los animales, pero que sin embargo maltrata, humilla, ofende y mata a sus congéneres. El Hombre, el ser que posee dos manos para acariciar; pero también para matar, una boca de la que brotan los versos más bellos y sublimes, como también las palabras más torpes. El Hombre, el ser que odia, aborrece, miente, calumnia y mata, también quiere, ama, llora, se arrepiente y recapacita. ¿Habrá otro ser como este? Sin duda que no, por ello, “el Hombre, lobo del Hombre” arranca sublimes notas del violín, pinta cuadros hermosos, esculpe bellos monumentos, escribe inolvidables obras y sobre todo, habla de amor.