Domingo 02 de noviembre de 2014
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Editorial y opiniones
No existen los muertos, pero sí los espiritualmente muertos
02 nov 2014
Ana Sáez Ramírez
Para celebrar el día de los Todos los Santos, una tradición muy arraigada en toda España y Latinoamérica, es habitual visitar los cementerios donde pensamos que descansan nuestros familiares fallecidos. Por ese motivo, este año queremos ofrecer con este artículo una alternativa diferente. Para ello nos hemos basado en el libro de la Editorial Vida Universal: «Nuestra acompañante la muerte. Cada cual muere por sí mismo», en el que encontramos este interesante párrafo: Para muchas personas el final de su existencia terrenal, la muerte, tiene el gélido hálito de lo inconcebible, inexplicable e incluso horrible. El pensamiento de que uno ha de morir se expulsa con gusto de la conciencia. Sin embargo, tarde o temprano le llega a cada uno la hora en que ha de confrontarse con ella, sobre todo cuando la persona se ocupa demasiado con su pasado; pues precisamente la conciencia, que habla entonces de modo apremiante, no resulta ser un blando cojín donde descansar. Pero quien aprende a oír y sentir lo que le aconseja su conciencia, pues la conciencia que procede del alma es siempre lo bueno, y quien se ocupa de ello para hacer en adelante lo bueno, de él se desprenderá el miedo paulatinamente, se sentirá libre y llevado por una fuerza buena que le da seguridad y apoyo desde el interior y que le hace feliz. Es la fuente originaria, Dios. Sólo cuando aprendemos a entender nuestra existencia como seres humanos aquí en la tierra, cuando captamos porqué vivimos aquí como hombres, la vida empieza a tener un sentido, sólo entonces entendemos lo que significa «vivir y morir para seguir viviendo».