Maquiavelo y un Vicepresidente lector, aunque de mentiritas
02 nov 2014
Adhemar Ávalos Ortiz
No es necesario mencionar los nombres y apellidos de un Vicepresidente populista, puede ser de Venezuela, Ecuador o Bolivia. Él solito hablará. No obstante su personalidad lo identifica crucialmente con un italiano de lustre singular: Nicolás Maquiavelo, un personaje crucial en la estructura del poder y de la construcción de la teoría política, es referirse a una persona muy importante desde el punto de vista filosófico y político. Nació en Florencia, Italia, en 1469 y murió en la misma ciudad en 1527. Su mayor aporte, al margen de sus especulaciones de poder, sumamente pródigas, fue crear las bases de la ciencia política y en este hecho radica su mayor mérito. Interpretar los instrumentos y las formas de la actuación de los políticos no fue fácil. Su obra “El Príncipe” fue genial, donde sostiene que el poder político no puede, ni debe sostenerse, sin orden. Además, “Discursos sobre la primera década de Títo Livio” fue brillante. Y aquí no van motivaciones ideológicas. Al final el poder es perverso y así debe interpretarse en un correcto análisis de cómo se desarrollan los procesos y su lectura teórica. Finalmente la teoría es una reflexión profunda y, a su vez, parcial sobre los hechos, por más que esto parezca contradictorio.
No obstante, el tratamiento de la obra de este insigne personaje no es el fundamento de este artículo, sino situar en su lugar a un Vicepresidente latinoamericano que podría tomar represalias contra el que escribe. La intolerancia ya se ha hecho carne en este país, donde el debido proceso ya es un sueño. Por ello no me refiero a esta persona directamente. Sin embargo, el poder envilece hasta el extremo y los que se encuentran en la situación de su uso llegan al abuso criminal de una posibilidad de decidir sobre asuntos comunes que el pueblo les otorga, pero con límites. Los regímenes populistas, especialmente los que realmente gobiernan, que generalmente no son los Presidentes, consideran que representan un voluntad absoluta, que depaupera la representación otorgada con el voto democrático, el que no es una carta de confianza para que el gobernante o sus personas de confianza hagan lo que les dé la gana o consideren conveniente a partir de sus intereses.
El peor error que cometen los caudillos populistas es pensar que cuentan con un apoyo eterno, además de conocimiento frágil, y así incurren en graves inconveniencias. Cierto Vicepresidente, ex-marxista, comunista hasta la muerte como lo dijo en su tiempo, instrumenta el poder como lo indicó Maquiavelo, idea que se basa en la posibilidad de manipular a la gente hasta el extremo. La barbarie populista se asienta terminantemente en la ignorancia de las masas. Los astutos se aprovechan de un desconocimiento de la teoría y la práctica. Este caudillo latinoamericano, que se pretende teórico del tema filosófico, político y social, afirma orondamente que ha leído 10.000 libros en 10 años. Racionalmente se puede leer críticamente un libro en un día, hablando de obras complejas, o sea que cierta autoridad habrá podido leer máximo 1.000 libros profundos, otros textos se pueden leer en menos tiempo como los de la vida norteamericana en su oeste pasado, terror, novela romántica o ciencia ficción. Es demasiada soberbia intelectual, lo que resulta inaceptable teóricamente. La ciencia se construye sobre la base de evidencias ciertas, las que constituyen el futuro de la Humanidad.
Pero, éste es un solo factor. Existe gente intelectual que se somete a un proceso totalitario, y lo hace porque tiene familia y es la peor forma de sometimiento. Una persona puede trabajar en cualquier lugar como hace la mayoría de la población, pero cuando se ha “vendido por un pan barato ha traicionado todo, incluyendo sus convicciones más íntimas”.
Es fácil hablar de Revolución cuando los principios ya han sido vendidos, pero no se debe olvidar nunca que la consecuencia obliga. En realidad la lectura crítica te lleva a una reflexión profunda que pasa por el análisis. La simple lectura puede ser insuficiente y absurda. El simple hecho de aproximarte a ello, el hecho de leer e interpretar es muy diferente. Y llegar a la verdad relativa, siempre, también. Los lectores de sala están aplazados y deben dormir un poco.
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