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Domingo 26 de octubre de 2014

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Cultural El Duende

EL MÚSICO QUE LLEVAMOS DENTRO - Responsable: Gabriel Salinas Padilla

La Industria Cultural y el Folklore

26 oct 2014

Marcelo Guardia Crespo

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Entendemos por folklore a toda la cultura popular que se transmite de generación en generación sin vínculos con el mercado ni sus sistemas de producción y difusión cultural. Asimismo entendemos por neo-folklore a la cultura popular que entra a los sistemas de producción, circulación, difusión y consumo de la industria Cultural. Al igual que en el caso de la música autóctona, el folklore también se ve afectado por la lógica de la industria Cultural en cuanto a aspectos formales y también de contenido.

Como define Adorno, la industria Cultural es un sistema que trabaja especialmente por la obtención de lucro en un sistema de mercado. Para ello, los empresarios invierten capital a fin de promover la producción de bienes simbólicos que atiendan las necesidades culturales de la población consumidora. Para ello, no existe preocupación sobre aspectos de cultura, identidad, características propias, etc. Al contrario, el parámetro comercial se guía por lo rentable.

En la música folklórica, la industria Cultural imprime una serie de marcas que las podemos ordenar de la siguiente manera:

Fuerte adaptación de formas musical tradicionales. Cuando las formas y contenidos no se ajustan a los patrones de la industria fonográfica y difusión masiva, se procede a una adaptación forzosa consistente en recortar tiempos, convertir formas monotemáticas en bitemáticas, estructurar cuerpos coherentes y equilibrados en base a introducción, estrofa, coros y repetición de lo mismo y final.

Estandarización hacia temáticas individualistas. Consistente en la “baladización” de las canciones que se concentran en temas de amor, en dos posibilidades: encuentro amoroso o desencuentro siendo este último el más frecuente. La balada latinoamericana es la base de canciones de las décadas 40, 50 y 60 del siglo XX, en las que se privilegia el tema del amor con un tratamiento melodramático.

En la actualidad el fenómeno de la baladización es una tendencia que absorbe inclusive formas que originalmente no tenían ninguna relación con esa temática. Por ejemplo, el Chuntunqui, que es un villancico antiguo de las navidades rurales, ha sido incorporado a través de la industria Cultural al neo-folklore, incorporando letras de canciones románticas. Actualmente es uno de los ritmos más importantes del neo-folklore boliviano.

Pareciera que la tendencia de la producción musical es la baladización tanto en forma como en contenido. Desde un punto de vista semiológico se trata de temas con una fuerte marca de mensaje individualista, al no contemplar las temáticas colectivas antiguas, paisajismo, orgullo por la tierra, ni el tratamiento humorístico y vulgar del folklore, sino solamente problemas de orden individual o de pareja. Para sectores críticos de la cultura masiva serían contenidos ideológicos de una sociedad clasista. Asimismo no se percibe ningún contenido ilustrador u orientador de la sociedad, por cuanto se podría afirmar que carece de sentido educativo o concientizador que también muchos sectores esperan encontrar en el arte.

Posee todas las características del llamado arte de masas, producido en el mercado y condicionado por las reglas de oferta y demanda.

La Necesidad de la Industria Cultural

Para muchos la presencia de la industria Cultural tiene un efecto perverso para la producción de la música autóctona y folklórica nacionales. El mercado no acaba se ser asumido como un espacio en el que también puede producirse buen arte.

A eso se suma que en Bolivia existen importantes sectores que incentivan esas discusiones porque gracias a ellas obtienes lucros de orden material y también de orden simbólico.

Se busca defender las esencias y purezas de la cultura y la identidad nacional, para legitimar políticas culturales xenófobas y aferradas a un pasado estático y sin dinámica. Con ello se gana prestigio y también dinero a través de la industria del turismo que convierte grandes manifestaciones culturales populares en museos vivientes.

Mientras esos sectores discuten sobre cultura y folklore, millares de consumidores de todas las clases sociales, escuchan música para acompañar sus actividades cotidianas.

Mientras los cultos se preocupan por las contaminaciones, los jóvenes enamoran con canciones tildadas de alienantes. Mientras poderosos señores se preocupan por los cambios que experimenta la música autóctona, campesinos de regiones andinas aprovechan todas las oportunidades posibles para ocupar espacios que durante siglos les fueron prohibidos.

Así, estos sujetos producen y escuchan música sin preocuparse por las esencias, inconsistencias, profundidades o simplezas de la música. Porque lo que les interesa es remarcar sus relaciones interpersonales reales, adornándolas con música, en rituales nuevos y viejos que les proporcionan satisfacciones explicables solo por ellos mismos y no por ningún discurso racionalista que busca esencias pretendiendo insinuar que la música debería quedarse intacta en los refrigeradores de la historia.

Para ellos, ignorar el mercado y la industria Cultural es ignorar que fuera de ellos solo queda el abandono y que la creatividad de productores y consumidores debe considerar seriamente la reformulación y apropiación de las posibilidades que ofrece este sistema.

Comprender la importancia de la industria Cultural en la Música no solo debe ver el lado perverso de la desintegración y la incoherencia, sino la resignificación y apropiación de los bienes simbólicos en eventos muchos más ricos que los aferrados al pasado, pero que son importantes no tanto por su pureza, sino por las posibilidades de interacción (comunicación) que permiten.

Fuente: Extractos de “Música Folklórica en la Industria Cultural” M. Guardia Crespo.

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