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Domingo 26 de octubre de 2014

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Cultural El Duende

La vida agitada de Nicolò Paganini

26 oct 2014

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Nicolo Paganini fue músico italiano. Nació en Génova en l782 y murió en 1840. Había desarrollado enorme habilidad y maestría en la ejecución del violín. Su personalidad de músico se difundió en la Europa de principio del siglo XIX. Paseó sus conciertos y caprichos principalmente en las capitales, además de teatros suntuosos fue invitado para tocar en palacios, por familias de la rancia aristocracia e instituciones como el Papado en el Vaticano. Compuso siete conciertos para violín y veinticuatro caprichos, entre ellos la famosa “Campanella”. Gozó de fruiciones y comodidades que le permitieron sus ingresos. La razón para que ganara una regular fortuna fue porque tuvo siempre salones llenos, debido, además de su virtuosismo en la ejecución del hermoso instrumento, que tuvo que ser parte de su alma, a la fama que se gastaba de personaje misterioso. Es que la metafísica de aquella época solía interpretar ciertas características poco comunes en personas, como influencias del demonio. Hubo gente que incluso juraba que le vieron conversando cierta noche con un personaje que tenía patas de cabra. De ahí la fama de que tuvo pacto con el diablo para su virtuosismo.

Esa sería una sinopsis de la vida de Paganini, pero vayamos al detalle, ficción y veracidad. La Empresa Cinematográfica inglesa “Arthur Rank”, en la década del 40 produjo la película en blanco y negro “El violín Mágico”, asignándole el papel de Paganini al apuesto actor Stewart Granger. Lo presentó como a un Paganini romántico. Claro, la película es de ficción. El doblaje de la música lo hizo el virtuoso Yehudi Menuhin. El filme comienza cuando Paganini es contratado por una bella dama noble para que tocara junto a una ventana de barrotes. Era por el padre de la señora que debía terminar de limar los barrotes de esa ventana que era de la cárcel donde se hallaba recluido por político. Querían que la música, que vertiera el instrumento, bella o no, hiciera ruido al compás de la lima. El preso huyó. Paganini después diría: “Primera vez que mi violín abre las rejas de una cárcel”. Este aspecto no se encuentra en biógrafos principales. Todo lo que aquí narro constituyen sucesos históricos, pero, como es de rigor para el cine, las historias se alteran, deformando, suprimiendo o agregando escenas, en una hipérbole a veces no del agrado de lectores de la Historia y de críticos de cine. El cine, según la lógica de los productores ha sido hecho para los analfabetos, decía un profesor, y se explicaba: fue dado a los niños y gente que no necesita leer nada, sino ver, reír o llorar: por ejemplo las telenovelas, los héroes inefables y los dibujos animados. Pero sobre todo el gasto enorme en los efectos especiales. Si el cine hubiera sido inventado para los exquisitos, habría desaparecido. El cine debe mantener la estética, aun a costa de la lógica. Un ejemplo encontramos en la película “Barrabas” con Anthony Quinn, basada en la novela de Par Lagerkvist (1891-l972. Premio Nobel l951), en la que la amante del liberado por Pilato tenía labio leporino. La película omitió ese defecto físico muy humano, para mantener el valor estético.

Volviendo a la película de Paganini, la película resalta algunos aspectos de su vida. Muestra que convivía con una amante llamada Bianchi, abnegada y leal que soportó su temperamento generalmente rígido, tenaz… pródigo con el dinero y desasosegado. Físicamente era delgado, de rostro huesudo, nariz afilada ojos de pupilas oscuras y profundas, cabello largo, boca de labios finos. Muchas horas, sobre todo de la noche ejercitaba el violín. Por esa razón seguramente era inimitable en ese arte y daba lugar a conjeturas del vulgo: “… nadie puede dominar algo a tal extremo, a menos que tenga pacto con el demonio…”. Pero fue por pura destreza cómo ganó el violín Estradivario tocando los difíciles “arpegios del Signore Passini”. En la película, el músico se enamora de la dama que le contrató para limar los barrotes de la ventana, y es correspondido, pero se presenta un óbice: la dama es de la realeza y se halla comprometida con un capitán aguerrido del ejército. Llega un momento en que el militar quiere lucirse como tal y esgrimiendo su espada desafía al músico alcanzándole otra. Se baten, pero, Paganini, como lo único que ha esgrimido en su vida ha sido el arco de su violín, se halla, naturalmente en desventaja, recibe una estocada que le produce una leve herida en la mano derecha. Desde ese momento se niega a tocar el violín, pero la dama aquella se vale del propio Bianchi para instarle a que renueve su pasión por su instrumento, pero el músico se niega y se sume en depresión. Siente asaz dolor moral, pues la herida de la mano se halla completamente sana.

De principio, el Vaticano pareció no dar importancia al vox populi, con respecto de reputación Paganini. Casualmente recibe la invitación del Papa para tocar en el Vaticano. Debía acudir, es casi una orden. Cuando llega, el recinto de la Santa Sede se halla colmado de gente, se observa lujo y esplendor, pero también recato. Se halla adornado con flores de colores, cortinajes con doseles, gobelinos, y pinturas religiosas. La orquesta sinfónica se halla lista. Paganini ocupa su lugar: adelante. Mira sorprendido y encuentra en la primera fila a la dama de sus sueños: a su diestra se halla su comprometido. Existe un silencio sagrado… inviolable… Paganini panea con la mirada todo el recinto y en una actitud de soberbia asaz disimulada persiste en negarse a tocar, pero ella con ademán de cabeza y los ojos piadosos le insta. Entonces como entrando a un sacrificio y gran esfuerzo toca… toca… toca divinamente el Concierto para violín de Beethoven.

Cuando concluye, una tromba de aplausos retumba en el recinto. El pontífice se acerca solemnemente al músico, que dobla una rodilla al suelo, con un sable y lo arma “Barón y Caballero de la Espuela de Oro”, prendiéndole la presea en su solapa (lo mismo que le fue dado a Mozart un siglo atrás). Claro que en la película solo escuchamos parte del tercer movimiento del concierto. La película trata de resaltar el lado romántico, con una profunda relación incluso pasionaria que no pudo cristalizarse, debido a la diferencia de clases sociales.

Aconteció en otra ocasión, cuando una distinguida familia le invitó a tocar en el salón de su mansión. Había adelantado en enviar su instrumento, pero gente que no le quería bien le había limado tres cuerdas del violín, probablemente para que pasara ridículo. Cuando estuvo frente a su audiencia, se reventaron las cuerdas, naturalmente, vio que le quedaba solo la prima pero con extrema serenidad tocó en una sola cuerda “El Carnaval de Venecia”.

En el año 1930 se había desatado la epidemia del cólera en París. Hubo ya muchos muertos. La gente, asustada, hacía todo lo posible para combatirla. Sin embargo llegó Paganini y ofreció como estreno su Concierto No. 4, dedicado a París. La gente –dicen los historiadores– acudió masivamente al teatro, madres llevando a sus hijos en brazos, incluso, para que tengan el orgullo de contar un día que asistieron, aún cuando no entendieran, a un concierto del celebérrimo músico. Se olvidaron todos del cólera y del rumor que pesaba sobre la reputación del maestro porque algunos hasta la asociaron con la peste, diciendo que aquel mal no fue casual. Esto fue absolutamente cierto. Este concierto se perdió por casi un siglo, como veremos más adelante.

En otra ocasión, en uno de los teatros de la plaza de Ginebra, tocaba su Concierto No, 3, cuyo tercer movimiento es “La Campanela”. Casualmente, en el otro teatro una orquesta ejecutaba la Sinfonía Nº 9 de Franz Schubert, dirigida por el autor. Pero este músico, genial también debió sufrir en aquella ocasión uno de los más agudos dolores cuando vio que el teatro quedaba poco a poco desierto. La gente salía a hurtadillas para acudir al otro teatro y escuchar a Paganini.

Ofreció todos sus conciertos en las ciudades de Europa ante siempre eufóricos públicos. Sobre esto –refiere un personaje contemporáneo que en ocho semanas de conciertos “se embolsilló 125.000 francos…” (Calculan unos 50.000 dólares)

Siempre dentro el encaje romántico, la película presenta una escena corta pero divertida. Resulta que Paganini tocaba en Parma su Concierto Nº 1. Había terminado el segundo movimiento cuando desde la calle llegó el rumor marcial de botas militares y cascos de caballos que chocaban contra el empedrado. La gente se puso de pie: ingresó marcialmente aquel capitán que le había disputado a la novia. Miró al músico sonriente y le dio el saludo militar: Paganini le guiñó el ojo y reanudó su concierto con el tercer movimiento. Al salir el militar, a tono con la música, cambió el paso.

Algunos biógrafos anotan que Paganini estuvo en la cárcel un corto tiempo por haber inferido una herida en la oreja de una mujer. No sería raro que así fuera, pues este músico frecuentaba a trato con impúdicas mujeres, garitos y chirlatas. Era una faceta licenciosa de su vida. No obstante, también tuvo otra, tal vez no tan visible: era generoso. El dinero que recibía salía de sus manos más rápido de lo que entraba. Sostuvo a su padre, ya viejo y ebrio, a su hijo Aquilino, ayudó mucho a su amigo y colega, Héctor Berlioz.

En la década del 30 del siglo XX vivía en Parma el señor Natale Gallini: era músico y anticuario, preferentemente coleccionaba objetos relacionados con partituras. Es así que llegó a sus manos una vieja partitura para orquesta. La estudió profundamente y llegó al convencimiento de que era el Concierto Nº 4 de Paganini, precisamente el que había dedicado a París, cuando entró en esta ciudad con el cólera, en l830. Pero esa partitura era la parte de la orquesta, le faltaba el solo de violín, es decir el concierto mismo. Decidió que dedicaría el resto de su vida a buscarla. Viajó por varios países, pero cuando ya iba a colgar su propósito, la casualidad le dio el cáliz que buscaba. Asistió, como lo hacía siempre a recitales y conciertos, esta vez a un dúo de piano y violonchelo. Le pareció conocida la música, tuvo una esperanza, pero de pronto como una ráfaga de luz brillante inundó su mente, y se dio por convencido que era lo que había buscado tantos años. Pidió a los del recital le dejaran probar, pero la gentileza de ellos fue tan grande que se la obsequiaron. Gallini fue a su casa y allí vio que la partitura, que siempre tuvo, y la que acababa de llegar a sus manos, resultaban como colocar el anillo al dedo. Sintióse satisfecho, tenía el Concierto para Violín y Orquesta Nº 4. Natalle tenía hijo que estudiaba dirección de orquesta en el Conservatorio de París, llamado Franco; iba a cumplir 35 años. Le obsequió toda la partitura del concierto, como regalo de cumpleaños. El caso les dada a los Gallini casi el derecho propietario. Era el año l954 y decidieron ofrecer la premier. Así fue. Fue por contrato la parte del solo, al virtuoso Arthur Grumiaux. La orquesta fue la “Orchestre Des Concerts Lamoreaux”, de París bajo la dirección de Franco Gallini.

¡Qué gran satisfacción para los Gallini, y para nosotros que poseemos el disco!

Probablemente debido a la vida desordenada y en cierto tiempo licenciosa, amén de los viajes largos y sacrificados para cumplir con sus conciertos, el maestro enfermó de tisis laríngea. El final de sus días fue doloroso: tenía rostro demacrado, ojos hundidos, nariz afilada, pómulos brillosos, labios delgados y amoratados. Desagraciadamente, como tuvo mala fama, la iglesia, como le había excomulgado, no quiso que se le enterrara en cementerio católico. Su hijo, con el cuerpo de su padre hubo de peregrinar por varias décadas para que sus restos hallaran la paz.

Vicente González Aramayo Zuleta. Abogado, historiador,

novelista y cineasta.

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