¿La continuidad de la borrachera en el poder? Por el aprendizaje de casi un decenio, ¿otra etapa distinta? Por clamor, ¿alguna vez dio peras el olmo? Preguntas en el aire. El tiempo dará la respuesta. Por ahora, el electorado ha ratificado lo que anticiparon las encuestas. La tormenta vino sonando; sólo los sordos no podían oír. A los miristas y adenistas, por separado, les cayó como ayza la derrota. Pero se la trabajaron con sus manos. En la elección de 2009 el comportamiento electoral de éstos fue exactamente la misma. “Sólo el hombre tropieza varias veces en la misma piedra”. Es verdad; ahí tenemos un ejemplo reactualizado.
Para los visitantes que vieron de lejos y por la superficie (aún estando presentes), fue una gran jornada democrática. Pero para los que vimos de cerca las cosas, por debajo de esas aguas corrió un turbión no muy democrático; como que no es tal la abrumadora ventaja desleal del ganador y la postulación espuria de los candidatos oficialistas. Triunfo cuestionable, a menos que el fin justifique los medios como pensaba el famoso florentino, a cuya memoria rinden homenaje los demagogos.
Hay en el continente dos bloques de naciones donde aparentemente se practica la democracia, pero con características distintas. Las del ALBA la utilizan como instrumento para el monopolio del poder, el prorroguismo indefinido y el autoritarismo dictatorial; el guión y los libretos son comunes y conocidos; se auto apodan de “progresistas”. El otro está formado por países donde existe la alternancia de los partidos en el poder, y donde se respetan las normas y reglas que rigen la práctica de la democracia. Bolivia está entre los primeros; Morales no ha dicho que modificará la CPE, tampoco que no lo hará. Sin embargo: “No estamos de paso; hemos venido a quedarnos”.
Ahora los cocaleros tienen ante sí y ante el país una desafiante agenda. Después de nueve años de despilfarro económico, Bolivia espera una labor más positiva en varios campos específicos: la inseguridad toca las puertas, la abusiva práctica de los bloqueos, hospitales colapsados, educación sin rumbo ni consistencia; la producción de coca para el narcotráfico, la corrupción y el contrabando sin control son, entre otros, los problemas a resolver. No es cheque en blanco lo que ha ganado. El tiempo del compromiso corre desde el primer día.
En fin, de las elecciones recién pasadas se desprende un tema de fondo que incita a la reflexión. La masa cautiva que apoyó a Morales cree que la cantidad y la fuerza son también una forma de democracia, por eso reclaman su aplicación y su predominio como un derecho. Están equivocados. Este error induce a despreciar valores y principios consagrados por consenso universal. La anomia social es una de sus expresiones más cotidianas y la más peligrosa porque significa un retroceso. Imaginemos que hubiese perdido Morales, ¿esa masa habría respetado el resultado? Es probable que no, porque para ella una norma sólo vale cuando va con sus apetitos y sus expectativas; aún no sabe que en democracia también se pierde. Una divisa atroz se difunde por los medios oficialistas y que refleja lo que piensan del poder: “Bolivia, sin los indígenas nunca más”, pero hay que añadir: con sólo los indígenas, tampoco.
(*) El autor es escritor, miembro del PEN Bolivia
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