El valor del voto democrático contra el autoritarismo
08 oct 2014
Por: Adhemar Ávalos Ortiz
Los estrategas del partido en función de gobierno (MAS), mediante el uso de medios legales e ilegales, han logrado lo impensado hasta hace unos meses, la consolidación de la candidatura presidencial de Evo Morales Ayma y la posibilidad de que éste obtenga más de dos tercios de representantes en la futura Asamblea Legislativa Plurinacional. Y no se trata de que el MAS sea bueno o malo, en una simplificación barata de la construcción política de hegemonías. No, simplemente es el enemigo a derrotar democráticamente porque su consolidación significaría la continuación orgánica del totalitarismo hasta después del 2020 inclusive, ahuyentando la posibilidad de recuperar la democracia para todos los bolivianos y su profundización revolucionaria. Que existe bronca contra este ente, es evidente, pero que tamaña animadversión nos impida diferenciar el árbol del bosque y ver las cosas como realmente son ya es una cosa muy distinta y, además, dramática.
El MAS tiene grandes posibilidades de lograr no el 74% de los votos, como quisiera, en las elecciones de octubre próximo, demasiada gente le tiene rabia, sino un 55% que le podría garantizar dos tercios de votos en el futuro Parlamento. No porque lo diga yo, sino porque los hechos lo ratifican, al margen de encuestas más o encuestas menos, y esto se comprende en el apoyo fundamentalista de gran parte de la población campesina que no ha mejorado sustancialmente su nivel de vida, pero que ve a Evo como a su dios, un mito irracional, pero absolutamente real. Además están los movimientos sociales totalmente beneficiarios del excedente del “proceso de cambio”: cocaleros, cooperativistas mineros e intermediarios comerciales que le seguirán apoyando aunque el país se hunda, al final ni les importa ya que son grupos prebendales que solamente ven su interés particular y transitorio. A la Patria hace ya mucho tiempo que la olvidaron si es que alguna vez la quisieron.
Un movimiento basado en la dictadura de sus hordas sindicales, las que, a título de una mayoría circunstancial y discutible, quieren obligar al resto de los bolivianos a aceptar pacíficamente las imposiciones de un sistema injusto y regresivo, no está en condiciones de garantizar un futuro de crecimiento sostenible de todos los ámbitos de la realidad para el conjunto de los ciudadanos, donde la norma sea el respeto al Estado de derecho, la libertad de pensamiento y expresión, independencia y transparencia de poderes, seguridad económica y social y cero delincuencia, entre otros temas candentes. Esto lleva al escenario coyuntural actual nuevamente el asunto de la contradicción fundamental de la época en Bolivia, la que no es entre izquierda y derecha, menos todavía la centrada en la más antigua que enfrentaba a capitalismo y socialismo, sino la que está vigente hoy entre democracia plena y totalitarismo.
La oposición, representada por la Unidad Demócrata, el Movimiento Sin Miedo, el Partido Demócrata Cristiano y el Partido Verde de Bolivia, menos el último, cree que el lograr una representación parlamentaria de 10 o 20 diputados y algunos senadores ya sería un gran triunfo porque permitiría enfrentarse al MAS en el futuro Parlamento. ¡Craso error! Si el movimiento basado en el autoritarismo consigue más de dos tercios de las dos cámaras, se habrán generado las condiciones funestas para la destrucción de las bases democráticas del país haciendo que en un futuro próximo puedas “oponerte sin oponerte”, o sea ser funcional al sistema, conformarte con la constitución de un sistema donde ¡o aceptas las condiciones del hegemonismo del MAS o te atienes a las consecuencias de un aparato todopoderoso que te destruirá civil y políticamente con el uso de los poderes públicos subalternizados al poder político!
Por todo lo anterior es tiempo de la reflexión crítica. La oposición no pudo constituir un frente único por discrepancias falaces sobre la falta de identidad ideológica o la imposibilidad de construir un programa de consenso, aspectos irrelevantes a partir de la actual realidad. La salvación de Bolivia exige un último acto de desprendimiento: renunciar a un triunfo personal muy relativo para garantizar el futuro de las nuevas generaciones de bolivianos y bolivianas y posibilitar que los ciudadanos voten por una sola opción antitotalitaria, la que esté adelante en las tendencias de voto. Los líderes de UD, MSM y el PDC tienen la palabra. En último caso, la historia y el pueblo boliviano consciente les exigirán rendición de cuentas claras por sus acciones.
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