En estos tiempos de laicismo puro y duro, ante las próximas elecciones del 12 de octubre, se está hablando de un “voto católico dormido”. Parecería que este eslogan hace referencia a la poca reacción de los bautizados ante los males que aquejan a nuestra sociedad actual.
Generalmente cuando se habla de democracia se dice que esta forma de gobierno es la mejor y más civilizada forma de convivencia humana y de protección del hombre, pero la experiencia actual nos muestra que el terror y la tiranía son también posibles dentro de las llamadas democracias.
Se relaciona a la moderna democracia con la Revolución Francesa. Durante el siglo XVII pareció que el mal había armado su tienda en el mundo, porque durante ese reino del terror, el hombre rechazó a Dios y su autoridad. Pareció que el mal había triunfado completamente. Al punto más alto de su depravación y matanzas los revolucionarios levantaron, como sabemos un altar “a la diosa Razón”, y exclamaron “La Razón es nuestro dios”.
Ese lado maligno alcanzó popularidad y pronto se fue extendiendo por Europa y América, convirtiéndose en “un sangriento ajuste de cuentas con Dios y con el hombre”. La Revolución Francesa fue guiada por las ideologías deístas, gnósticas y ateístas de los enciclopedistas.
Pero aquí tenemos que recordar la historia completa. Fue en esa época cuando ocurrieron las primeras profecías de los tiempos modernos: las revelaciones del Sagrado Corazón de Cristo a santa Margarita María de Alacoque en 1675:
"Haz saber al hijo mayor de mi Sagrado Corazón, que así como se obtuvo su nacimiento temporal por la devoción a los méritos de mi Sagrada Infancia, así alcanzará su nacimiento a la gracia y a la gloria eterna, por la consagración que haga de su persona a mi Corazón adorable, que quiere alcanzar victoria sobre el suyo, por su medio sobre los de los grandes de la tierra. Quiere reinar en su palacio, y estar pintado en sus estandartes y grabado en sus armas para que queden triunfantes de todos sus enemigos, abatiendo a sus pies a esas cabezas orgullosas y soberbias, a fin de que quede victorioso de todos los enemigos de la Iglesia".
El rey de Francia, ignoró para desdicha suya y la de su reino la petición de nuestro Señor. Al siglo siguiente, la deísta Revolución Francesa, arrasó con Francia. En 1792, el Rey Luis XVI fue encarcelado en la prisión del Temple de París. Estando ahí, el depuesto monarca recordó la petición que el Señor había hecho a su abuelo y en medio de tan desesperada situación, hizo el voto de que se consagraría él mismo, su familia y su reino al Sagrado Corazón de Jesús si recuperaba su libertad, la corona y el poder real. Para Dios fue demasiado tarde, como sabemos Luis XVI abandonó la prisión tan sólo para ser llevado a la guillotina.
Así por la tonta negativa del rey de Francia, la Ilustración expandió su trilogía de libertad, igualdad y fraternidad (la nueva religión mundial de los derechos humanos) como reguero de pólvora. La mayoría de esas mismas formas actuales de democracia son herederas del error de esa democracia. Salvo extraordinarias excepciones como Gabriel García Moreno, que gobernó el Ecuador, inspirado en la doctrina social de la Iglesia, la vida pública de la mayoría de las naciones modernas se orienta de acuerdo a leyes que presuntamente emanan del pueblo y sus instituciones, pero que definitivamente “es el demonio quien dirige y coordina las fuerzas anti-Cristo en una gran mafia mundial”.
La falsificación de Dios da el resultado una imagen falsificada del hombre, ni duda cabe. Con la derogación de las leyes soberanas de Dios, la dignidad del hombre se corrompe, y el hombre que ha perdido el señorío de Dios sobre sí se encuentra con uno totalmente falso y engañoso, con un dios de caprichos, de odios y de traiciones, pasajero y desconfiable.
La presencia –hasta ahora- de “militantes de Iglesia” en los cuadros políticos tanto liberales como de inspiración marxista, ha sido un fracaso para la misma Iglesia, porque éstos, han soslayado su filiación católica para dar paso a las ideologías imperantes, aprobando leyes impuestas por minorías, a espaldas de lo que la mayoría de los ciudadanos espera. En un descuido, van a aprobar la legalización de las drogas, o harán aún más fácil el aborto, una extensión en la cultura contemporánea del «relativismo moral» que, como nos lo señaló el Papa Benedicto XVI, «al no reconocer nada como definitivo, deja como última medida sólo el propio yo con sus caprichos; y, bajo la apariencia de la libertad, se transforma para cada uno en una prisión, porque separa al uno del otro, dejando a cada uno encerrado dentro de su propio yo... y cada persona queda condenada a dudar de la validez de su esfuerzo por construir, con los demás, algo en común».
El fracaso del voto católico en Bolivia, se inició cuando se hizo política partidista desde las llamadas Comunidades Eclesiales de Base, que se convirtieron “en inagotables minas de acción partidista, representando al ‘pueblo’ en el quehacer socio-político”.
¿El voto católico en Bolivia está dormido? No solo dormido señores, sino muerto.
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