Lunes 06 de octubre de 2014
ver hoy
¿Es así como se mide la -supuesta- perfección de todos los involucrados con el actual gobierno?, ¿y la personalidad de los candidatos a la presidencia? Y es que parecerse al jefazo puede ser visto como cercanía a la perfección y ya ni siquiera a lo perfectible, no hay lugar a cambiar el patrón de medida así éste sólo sea ideal, es cosa de que la gente crea de que el mencionado patrón sí existe y, por supuesto, realice la comparación, mejor si es bastante subjetiva y con mucha abstracción. Pero ¿y si existiera?, si el límite máximo fuera un 10, por ejemplo, el presidente de carne y hueso sería un… ¿tres? Los otros políticos representarían números negativos o, por lo menos en el discurso, ¿estarán tratando de mostrarse como presentes en la escala?, ¿serán ceros?, ¿ni fríos ni calientes? ¿no saben?, ¿no responden?
En temporada de elecciones y de campaña permanente, es decir, siempre, los lambiscones, que encontramos a montones, se han encargado de mostrar la idea de que la escala sí existe y se encuentra en vigencia plena y es, además, susceptible de copia y comparación internacional. Los cheer-leaders del juego de palabras y de autoimaginada sagacidad, esperan que aquello que ellos admiran, o por lo menos nos lo hacen creer, sea también admirado por el resto de la población; admirar a algo o a alguien está bien, no debería ser criticable, lo lamentable surge cuando a ése a quien admiras lo tratas de convertir en dios, y cuando se convierte en Dios, implícitamente te conviertes en inferior. Si pretenden crear un dios, erigir altares sería el siguiente paso para luego seguir con la conversión de ateos mediante la evangelización por medio de cruzadas que nos traten de convencer que lo que buscan es salvarnos del infierno representado por la derecha, el “neoliberalismo” y los “vendepatrias”. En cuestión de teologías, lo peligroso siempre ha sido el integrismo y su afán de crear “guerras santas” para acabar con los infieles.
