Jueves 02 de octubre de 2014
ver hoy
Se acerca el fin de esta etapa pre-electoral en la que predomina el encono, no sólo entre las candidaturas oficialistas y opositoras, sino también entre los mismos que se han atrevido a desafiar el continuismo. Es cierto que hay diferencias, pero también es evidente que, pese a ello, se debería enfrentar democráticamente el ostensible empeño de retener el poder a toda costa.
También se esperaba que esas diferencias entre lo que proponen los candidatos, no impulsarán el sectarismo ni abandonarán la lucha común para recuperar los valores democráticos. Los acres cruces verbales entre opositores que supuestamente comparten la idea de que la democracia en Bolivia está desnaturalizada, con esta conducta disociadora están postergando la unidad tan esperada por la ciudadanía: es decir, la que debería contribuir a que nuevamente predominen las libertades y derechos democráticos.
En esto de reunir a los afines en política se ha progresado; en el pasado hubo elecciones con una veintena de candidatos; hoy son cinco: un oficialista y cuatro opositores. Pero ahora estos últimos ya están enfrentados, pese a que el desafío urgente y trascendental es hacer que la democracia funcione y que se comprenda que solo es legítima cuando hay respeto –mutuo y convergente–entre la mayoría, siempre circunstancial, y las minorías, lo que ahora no ocurre. La meta era –y debería seguir siendo– superar, en una cruzada unificada de salvación nacional, el continuismo.