Miercoles 01 de octubre de 2014
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Es extraño que los candidatos a la Presidencia de la República, con la experiencia política que tienen de muchos años (excepto uno de ellos, que recién incursiona), hayan olvidado normas elementales de respeto y consideración al país y entre ellos mismos.Las justas electorales no deben servir para el denuesto, la acusación burda y chabacana, el enrostramiento de lo hecho o no. En todo caso, debería ser constructiva partiendo del principio de que cada uno busca el voto de la ciudadanía que asistirá a las ánforas.
Como se desarrollan hasta ahora las campañas, parecería que los candidatos se encuentran en una especie de competencia “de saber cuál sabe más del otro y cómo puede difamarlo, acusarlo o mostrarlo contrario a los intereses nacionales”. Posiciones falsas, plenas de chauvinismos absurdos y totalmente contrarios a los principios que cada uno ha pregonado.
¿No puede haber decencia, altura, serenidad, equidad, caridad y respeto en las campañas? ¿Es que se cree que con lo demostrado o señalado o acusado de uno a otro se ganará el favor del voto? ¿Será posible que cada uno demuestre, en tribunales imparciales, lo que dice del otro, pero fuera, aparte de los comicios electorales? Cada uno, ¿tendrá el coraje de decir lo mismo y presentando las pruebas del caso ante una autoridad judicial? Parece que hay el convencimiento de que para elecciones se puede y debe decir todo, hasta llegar a situaciones de confrontación, especialmente entre barras fanáticas que no saben de respeto ni consideración.